Parte II
Quisiera comenzar retomando el hilo de nuestra telaraña con la agroecología. Por un lado, logramos presentar anteriormente un panorama global frente a la urgencia de atender el origen de nuestros alimentos; esto se le conoce como régimen alimentario – posteriormente, profundizaremos en ello-. Por otro lado, tenemos a nivel nacional el escenario del terrible impacto de la agricultura convencional provocando una crisis de salud. Frente a este panorama quisiera profundizar en todo lo que implica pensar y actuar para ejercer las diferentes soberanías alimentarias; y lo digo en plural, porque considero que no hay una sola determinación para entender y vivir la autonomía en las diversas formas de alimentarnos.
Hagamos un pequeño ejercicio, ve a tu cocina y elige cualquier alimento. Puede ser de tus favoritos o simplemente el primero que se te puso en el camino; incluso puedes hacerlo mentalmente. Ahí observa ese alimento que elegiste, ¿cómo es su apariencia? ¿tiene algún olor? ¿tiene alguna etiqueta? Si la tiene, ¿se sabe de dónde viene? ¿podrías saber quién lo produjo? Y ¿en qué condiciones? Si es un alimento vivo como fruta o verdura, sabes ¿qué manos lo sembraron? ¿sabes si la tierra en la que fue sembrado estaba libre de pesticidas, herbicidas o fertilizantes químicos?
Si es algo empaquetado, como arroz, frijoles o avena ¿podrías saber el tiempo que permaneció almacenado en alguna bodega con químicos conservadores y repelentes? Si es algún alimento procesado, ¿podrías saber qué contiene para poder conservarse durante determinado tiempo en “buen estado”?
Todas estas preguntas tienen que ver con el régimen alimentario que se ha encargado de poner una cortina de humo en los alimentos que normalmente consumimos, alimentos que se venden en tiendas de autoservicio, o que se producen en grandes cantidades sin conocer su origen. Dicho régimen se ha encargado de que no nos tomemos el tiempo de cuestionarnos. Incluso muchos de estos productos vienen en despensas que los mismos gobiernos “regalan” en sus programas de apoyo. Es importante analizarlo porque justamente la agroecología surge como un puente que nos permite atravesar esa cortina de humo para descubrir que hay más allá de un alimento que esta nutriendo nuestro cuerpo, hay manos de campesinas y agricultores que están haciendo todo el trabajo para sostener la alimentación de la humanidad.
La agroecología es un puente que se tendió desde hace varias décadas cuyo propósito es estudiar los sistemas alimentarios en su totalidad. Es la vía para la transición hacia otros modelos más armoniosos con el planeta. Tiene una dimensión intercultural y es una posibilidad para liberarnos de las industrias agroalimentarias que tienen secuestrada nuestra salud.
La agroecología es una invitación a cruzar una puerta para ver y acercarnos a otras formas de sentir y entender nuestra relación con la naturaleza, y visibilizar el trabajo de las mujeres que se atrevieron a resistir a los paquetes tecnológicos de semillas transgénicas y agroquímicos que dañan la tierra. La participación de las mujeres en general en toda la cadena agroecológica, desde que se siembra, hasta que el alimento llega a nuestras bocas es sumamente importante y digno de rescatar de la invisibilidad en la que se ha encontrado hasta ahora.
¿Te atreves a rastrear el camino de tu alimento?
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