Allende el año 2000, en clase de Comentarios de Textos en la UNAM, el catedrático Eduardo R. Ibarra, estudioso de lo novohispano pero incapacitado para comprender lo sabroso de una torta con tamal, decía que el historiador al cuestionar el documento que revisa, no solo debe “confiar” lo que dice el pliego, sino también cuestionarlo: ¿cómo dice lo que dice? ¿Por qué lo dice? ¿Cuándo lo dice? Y sobre todo, ¿qué no dice? El caso de Chimalpáhin es un ejemplo de esto.
El ejercicio es exhaustivo. Pero con los años, la experiencia, la práctica y el conocimiento en la materia, agilizan más este proceso, permitiendo elaborar análisis, conjeturas e hipótesis.
Si bien, el fenómeno guadalupano, ha sido en parte analizado por estudiosos como Edmundo O ‘Gorman, Jacques Lafaye, Richard Nebel o Gisela von Wobeser, ha sido por su rica e interesante historia no exenta de polémicas (algunas bastantes álgidas). Sin embargo, alrededor de la misma, se han conjeturado algunas hipótesis, unas muy extravagantes; como la de fray Servando Teresa de Mier, al decir que tuvo un origen prehispánico (Mier, 1982:739-740); hasta marcadas oposiciones al milagro de la aparición como la de Edmundo O ‘Gorman. Por tanto, el estudio de los hechos, de los documentos hasta hoy existentes y aludiendo a la mayor objetividad posible, denota que la aparición de la Virgen se sostiene más por la fe que por el rigor científico.
Le mención de Chimalpáhin Cuauhtehuanitzin
En esta ocasión, expondré muy brevemente la mención que hizo Domingo de San Antón Muñón Chimalpáhin Cuauhtehuanitzin, indígena oriundo de Chalco. Personaje que vivió a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, y que en su Séptima Relación, escrita en 1629, hizo la siguiente evocación en náhuatl: “XII Técpatl xihuitl, 1556 años […] Auh çano ypan in yhcuac monextitzino yn totlaçonantzin Sta María Guadalope yn Tepeyacac” (Chimalpahin, 1998:208 y 210); que en la traducción de Rafael Tena se entiende así: “12 Técpatl, 1556 […] También en este año se apareció nuestra madre Santa María de Guadalupe en el Tepeyacac” (Chimalpáhin, 1998:209 y 211). Es importante analizar algunos puntos cruciales:
¿La Virgen se apareció en 1556? ¿No que fue en 1531 como señala el Nican Mopohua? Hay que tener cuidado con este dato. En primer lugar, el Nican Mopohua “difícilmente se puede considerar un testimonio histórico” (Nebel, 1995:138) y he expuesto con anterioridad las razones que impulsaron a Antonio Valeriano para escribirlo e invito al lector a revisarlo (Mendieta García, 2020).
En segundo lugar, se debe reconocer a Chimalpáhin como un cronista muy puntual en la narración de hechos, sobre todo los del periodo colonial. Fue altamente acertado al describir sucesos como la llegada de los franciscanos a México, el fallecimiento de alguno de estos notables frailes, o la presencia dominica en Chalco. Para el año de 1531, que la tradición afirma fue el año de la aparición, sencillamente el indígena describió la llegada de fray Martín de Valencia en Amaquemecan (hoy Amecameca), la visita de un miembro de la Real Audiencia a Chalco o una epidemia de viruela.
¡Cómo pudo “omitir” Chimalpáhin el milagro guadalupano de 1531! ¡Pues no fue un error del cronista!
La respuesta es fácil de dilucidar. Cuando Chimalpáhin escribió su Séptima Relación, corría el año de 1629. Los hechos descritos en el Nican Mopohua eran muy poco conocidos (hasta su publicación en 1649); por tanto, el cronista chalca nunca supo de eso. En cambio, sí registró los sucesos de septiembre de 1556, los cuales comienzan con el Concilio Mexicano convocado un año antes por Alonso de Montúfar, segundo obispo de México, y que “favoreció el culto a la Virgen María” (Von Wobeser, 2020:66).
Un informe del padre Antonio Freyre notificó que el obispo mandó a erigir una ermita en Tepeyac en 1556 (O ‘Gorman, 2001:39). En ese mismo año, el mismo prelado dio un sermón promoviendo la devoción a la Imagen de la Virgen María que se le llamó “de Guadalupe”. Ganó cierta popularidad entre los españoles y, tras un milagro sospechoso, se pretendió dar un fundamento sobrenatural a la imagen para atraer a los indígenas (O ‘Gorman, 2001:54).
Esto último fue condenado por fray Francisco de Bustamante (provincial de la orden franciscana) por confundir a los indígenas respecto al culto de las imágenes (1982:43-44), y expuso que la imagen fue pintada por el indio Marcos. ¡Nadie se escandalizó por la mención de que la imagen era una pintura hecha por un artista nativo!, pero desató una fuerte disputa entre franciscanos y el clero secular por la administración de las almas y la manera de evangelizarlas (Lafaye, 2002:318).
Con el pasar de los años, la imagen se volvió más popular
Cuando el virrey Martín Enríquez notificó de diversos asuntos concernientes a la Nueva España al rey Felipe II, mencionó el fervor de la gente por la ermita de Guadalupe. Aludía el milagro que le dio celeridad. Lo notable fue que los informantes reiteraron que todo esto comenzó entre 1555-1556; y por tanto, recibía el sitio la advocación de Guadalupe porque se parecía a la de España (Enríquez, 1982:148-149). ¡Nunca se habló de aparición!
Lafaye mencionó que la tradición aparicionista fue una idea sumamente arraigada en el siglo XVII (2002:317). Sumamente plausible fue que para 1629, la vox populi convirtió a esta pintura de la virgen en un portento maravilloso; del cual escuchó Chimalpáhin y la idea de aparición se hizo manifiesta en su escrito. Veinte años después, con la publicación del Nican Mopohua, el furor guadalupano se haría explosivo e imparable.
Sería de esta forma la explicación a la mención del año de 1556 realizada por Chimalpáhin como momento de la aparición de la Virgen de Guadalupe. La cual es acertada y comprobable por otras fuentes (Información de 1556, Carta del virrey Enríquez) en cuanto al momento del suceso; pero que, al ser un escrito del siglo XVII, sucumbió a esa naciente pero nebulosa idea del milagro mariano.
Domingo Chimalpáhin, al fin y al cabo, cristiano católico apasionado, no escapó al fervor aparicionista. Los opositores franciscanos del siglo XVI ya habían fallecido. Aquello que se dice, cómo se dice y qué no se dice en los textos, se aplica bastante bien en esta parte de la crónica del indígena chalca.
Bibliografía
Bustamante, Francisco de, Alonso de Montúfar (1982). “Información de 1556”. En Testimonios históricos guadalupanos. Edición de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda. (pp. 36-141). México: FCE.
Chimalpáhin, Domingo (1998). “Séptima Relación”. En Las ocho relaciones y el Memorial de Culhuacan. Traducción y paleografía de Rafael Tema. Tomo II. (pp. 11-269). México: CONACULTA.
Enríquez, Martín (1982). “Carta al rey Felipe II”. En Testimonios históricos guadalupanos. Edición de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda. (pp. 148-149). México: FCE.
Lafaye, Jacques (2002). Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la consciencia nacional. Postfacio: Abismo de conceptos. Traducción de Ida Vitale y Fulgencio López Vidarte. México: FCE.
Mendieta García, Edilberto (14 diciembre 2020), “Entre «Primeros» testimonios e importantes omisiones. Ideas y evidencia documental de la Virgen de Guadalupe”. Disponible en: https://escenariotlx.com/entre-primeros-testimonios-e-importantes-omisiones-ideas-de-evidencia-documental-de-la-virgen-de-guadalupe/
Mier, fray Servando Teresa de. “Sermón guadalupano”. En Testimonios históricos guadalupanos. Edición de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda. (pp. 730-757). México: FCE.
Nebel, Richard (1995). Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe. Continuidad y transformación religiosa en México. Traducción de Carlos Warnholtz Bustillos. México FCE.
O ‘Gorman, Edmundo (2002). Destierro de sombras. Luz en el origen de la imagen y culto de Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac. México: UNAM.
Romero Galván, José Rubén (2003). “Chimalpain Cuauhtlehuanitzin”. En Historiografía novohispana de tradición indígena. (pp. 331-350). México: UNAM-IIH.
Valeriano, Antonio (1982). “Nican Mopohua”. En Testimonios históricos guadalupanos. Edición de Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda. (pp. 26-35). México: FCE.
Von Wobeser, Gisela (2020). Orígenes del culto a nuestra señora de Guadalupe 1521-1688. México: FCE.
Edilberto Mendieta García.
Miembro de la Sociedad de Historia, Educación y Cultura de Tlaxcala
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