Por: Brahim Zamora Salazar @elinterno16
Tal vez la canción más discreta del álbum Salvavidas de hielo del cantautor uruguayo Jorge Drexler sea “Despedir a los glaciares” (basta ver la data de las reproducciones en Spotify, de todas las canciones, es la menos buscada del disco), pero si uno la escucha con suficiente atención es también la más cruel, llena de realidad y desasosiego, la más triste, por no poder hallar una palabra más digna ahora. La más dura, pues, la que dice lo que no queremos ver.
Es tan redonda que no permite nostalgias anticipadas, ni reclamos panfletarios sobre el fin de esta, nuestra era, el Antropoceno. Aún en el caos final, la esperanza, tremenda necia, asoma a la lírica del cantor para que al menos, encontremos la manera de despedir a los glaciares.
A nadie le importa, pero la primera vez que la escuché se me saltaron dos lagrimones de los ojos, porque me conectó con algo que con lo que me cuesta conectar y que me parece que el resto de la humanidad tampoco está muy dispuesta a hacerlo: la conciencia de que estamos viviendo en una cuenta regresiva, y que probablemente deseamos no hablar del futuro, porque de lo único que tenemos certeza es de que no es promisorio bajo ninguna circunstancia.
Y pongo un ejemplo. De un tiempo para acá, se ha hecho costumbre que en la entrega de los premios Oscar, uno, dos y a veces hasta tres discursos, terminen por viralizarse, hacerse memes, inspirar a millones, reproducciones por millones de clips del momento más emotivo, que si el racismo, que si el feminismo, que si la clase trabajadora, que si Trump, casi todas causas importantísimas para la lucha por los derechos, sin duda.
En fin, la única vez que se ha hablado claro y contundentemente sobre los efectos del calentamiento global y la urgente necesidad de actuar en ese escenario, la humanidad entera que disfrutaba la premiación simplemente decidió ver para otro lado. Esa ocasión y ese poderoso discurso ocurrió cuando por fin le dieron un Oscar por mejor actuación masculina a Leonardo Di Caprio por su participación en The Revenant (El Renacido, Alejandro G. Iñárritu, 2016), nadie recuerda sus palabras, nadie las recogió con la contundencia de los memes y las reacciones y el tren del mame de las redes por haber conseguido la estatuilla después de seis nominaciones. Lo importante no fue ni lo urgente ni lo importante y su discurso se perdió en el polvo de la gran obra capitalista: el fin de la humanidad.
Tal vez su participación en la producción y actuación de Don´t look up (No mires arriba, Adam McKay, 2021), sea resultado de la cámara de vacío del discurso; la exitosa película de Netflix sí pudo mandar el mensaje de una manera más concreta que se diluyó con los estertores pandémicos, por lo que aún hace falta mucho más que una peli o un actor activista o una buena canción para documentar nuestro optimismo (Monsi dixit) frente a lo inminente.
“Y cuando el momento llegue, honremos nuestras heridas
Levantemos nuestra copa por cada causa perdida
Y un aleluya recorra las pantallas de los bares
Y encontremos la manera de despedir a los glaciares”.
Vuelvo a estas líneas de la canción de Drexler, y, de algún modo, le tomó la palabra: estas entregas quincenales buscarán ser eso, honrar mis heridas, levantar mi copa por cada causa perdida, o cada causa, así sin apellido, que ha nacido de la hermosa necedad de cambiar el orden de las cosas que nos están llevando al precipicio y encontrar, en conjunto, las razones que expliquen porque aunque lo parezca, esta no es una arenga nihilista contra la humanidad, sino justo lo contrario, una manera de despedir a los glaciares nombrando a los culpables, porque en realidad no somos todas las personas, si miramos bien de cerca, sabremos que hay quienes adrede han sostenido un sistema económico infernal cuyas consecuencias ya son devastadoras y quienes desde el poder político, han simplemente, dejado pasar.
Debo advertir que tampoco se trata de una columna ambientalistas, sino en todo caso, anticapitalista y es desde ahí donde construiré mis opiniones. Porque como dice el dicho: el capitalismo nos ha hecho pensar que es más fácil que ocurra el fin del mundo a que ocurra su propio final. Entonces, también será un espacio para la imaginación de posibilidades. Pero hay más, mi apuesta es a la defensa irrestricta de la Belleza, desde ahí construyo las cosas en las que creo.
Al final, es una manera que encuentro para despedir a los glaciares y también para decir que hoy más que nunca el silencio o la mirada perdida en el celular o en la contemplación evasiva no le sirven a nadie.
En fin, he vuelto a escribir y, espero poder llegar a buen puerto, antes de que las mareas suban. Gracias a Dania Corona por la invitación (no sé si eso deba venir aquí, perdón de antemano) y a la generosidad de Escenario Tlaxcala por abrirme la ventana. Y gracias a ti, que has decido no pasar de largo este texto y llegar al final, aquí escuchas la canción: https://open.spotify.com/track/2RiFT9ZJhR8jcBaz5Si7DC?si=7b725aa66fbf41b6
Conoce a la comunidad con membresía Escenario Tlaxcala que nos permite seguir haciendo periodismo independiente dando clic aquí