Por: Federico Luis Pohls Fuentevilla[1]
Desde finales de diciembre de 2021 y en estos primeros quince días del 2022, se han publicado varias notas sobre el presupuesto de egresos final aprobado para el ejercicio de gobierno estatal. Un total de poco más de 22,620 millones de pesos en donde se juntan dineros propios y federales en aportaciones y participaciones. Y todo ese dinero fue repartido, según la fuente que se consulte, en siete partidas presupuestales (porque hay dos que están en cero) o distribuido entre 65 dependencias o instancias que forman parte del estado, entre las que los municipios de integran como una sola para cuestión de cuentas globales. De esas 65 instancias se va desde la Unidad de Servicios Educativos de Tlaxcala (USET), con casi 6,200 millones de pesos, hasta la Coordinación de Servicio Social de Instituciones de Educación Superior, con la asignación más pequeña de todas que es de un millón y medio para todo el año. Un dato curioso es que esta Coordinación de Servicio Social universitario tiene todavía menos presupuesto que el Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino, que ocupa el penúltimo lugar en el presupuesto con más de dos y medio millones.
Cuando uno, como ciudadano común interesado en los problemas que tenemos en Tlaxcala, mira con detalle lo que ofrecen las fuentes públicas de información (como las notas de prensa y los anexos del Paquete Económico 2022 publicados por la Secretaría de Finanzas de gobierno del estado en www.finanzastlax.gob.mx/spf/index.php/paquete-economico-2022), no puede dejar de tener sentimientos encontrados: por un lado, el gusto de saber que hay un ejercicio de transparencia en el que, aunque de manera un poco enredada y tediosa, se muestra de dónde se están obteniendo los recursos y el monto total con el que se cuenta, y también la forma en que se aprobó la distribución y el gasto de todo ese dinero. Pero al mismo tiempo se siente la preocupación al pensar de qué manera tendrán pensado actuar las diferentes dependencias para lograr el mayor impacto en beneficio de la población del estado.
Por ejemplo, como es el tema que comúnmente nos ocupa en este espacio, sabiendo lo que ya sabemos de la problemática de devastación socioambiental que vivimos en Tlaxcala, se antoja que la Secretaría del Medio Ambiente (que cuenta apenas con el 0.44% del presupuesto estatal) se coordinara de manera eficaz con el Órgano Público Descentralizado de Salud (que tiene el 12.31%), con el Instituto Tlaxcalteca de Atención Especializada a la Salud (el ITAES, que tiene el 0.15%) y también con la Secretaría de Ordenamiento Territorial (con el 0.52%). Entre todas, si bien juntas no llegan ni al 15% del presupuesto total, si sumaran al menos parte de sus recursos y esfuerzos, y se aplicaran a trabajar con la ciudadanía que verdaderamente ha trabajado desde hace años en el tema, podrían iniciar un proceso de acciones por el que se lograría disminuir poco a poco la cantidad personas atacadas y muertas por padecimientos claramente asociados a la contaminación provocada por las grandes industrias en el territorio, y las terribles afectaciones que esa contaminación ha provocado en las comunidades.
Ante esto, se fortalece la convicción de que se vale soñar y trabajar, como ciudadanía, para aplicarnos en que por fin haya un gobierno estatal y gobiernos municipales que tomen en serio su papel como servidores públicos y acaten el mandato que les dimos, para administrar eficazmente nuestros recursos y aplicarlos en bien de la población.
Sólo así, juntas y juntos, las y los habitantes del estado podremos hacer que nuestros gobiernos cumplan con lo que tienen que hacer, promoviendo la creación de espacios de discusión y deliberación conjunta con las y los funcionarios, de manera que las acciones y los presupuestos para llevarlas a cabo vayan orientados a lo que verdaderamente se necesita en Tlaxcala.
Debemos evitar que las administraciones sigan actuando de manera fragmentada (cada dependencia por su cuenta), que propongan acciones como si nada se hubiera hecho antes en la búsqueda de soluciones a los problemas públicos y, sobre todo, ignorando los procesos que la población misma ha desarrollado por años avanzando eficazmente en la solución de esos mismos problemas.
Entonces, ¿se vale soñar? ¿Nos atrevemos a soñar y a trabajar juntas y juntos para que se realicen nuestros sueños?
[1] Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local, A.C.
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