Si no hay adecuadas condiciones sociopolíticas, económicas, culturales que posibiliten el desarrollo de las personas consigo mismas, por, con y para los demás, en el mundo, todo el dinamismo humano personal y social puede ser frustrado.
En su columna Palabras que humanizan, que hoy ha sido acogida en Escenario Tlaxcala, Rafael de Regil reflexiona sobre las cuatro patas de esa mesa que sostiene lo humano y que puede ser llamada democracia participativa, social, incluyente, responsable. Hombro a hombro con Leonardo Boff presenta lo que al parecer han de ser los requisito para la forma en que nos organicemos en la búsqueda del bien común, que termina repercutiendo en algo bueno para las personas.
Te invitamos a este espacio humanizante y esta primer entrega.
La cuatro patas de una democracia humanizante
Parece muy claro, pero tal vez es de esas cosas en las que siempre hay que insistir: las personas solo nacemos inicialmente tales y la llamada -vocación- de nuestra vida es darnos ser, llegar a ser quienes podemos ser; pasar de ser «nadie» a ser alguien.
La labor humanizante no sucede por arte de magia. Es la labor de nuestra vida, incluso la única verdaderamente importante.
Somos personas, somos relacionalidad.
Nadie somos nosotros mismos, solitos y solitarios, cerrados sin algo más que nuestro yo. En realidad, somos apertura, nos construimos a partir de un conjunto de relaciones que establecemos y nos permiten desatar los dinamismos con los que venimos equipados para existir humana y humanizantemente.
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