Las nanas siempre estuvieron rodeadas de niños, muchos que en su mayoría eran familiares, ya sea hijos de sus hermanas o de sus propios nietos y en casos más prehispánicos mujeres al servicio de personas de un alto estatus económico quienes tenían dentro de sus encomiendas el cuidado de los pequeños de los patrones; y aunque con el paso del tiempo la imagen de nana se fue modificando, nunca perdió su importancia en la educación social y formativa de los niños.
Según Edilberto Mendieta, historiador de Tlaxcala, la tradición de tener mujeres a su servicio nace principalmente con las clases altas del México prehispánico, colonial y contemporáneo, mismas que recibieron diferentes nombres como nodrizas, institutrices y/o nanas, o como actualmente se le conoce como niñeras. Aunque hace una clara diferenciación entre una nana y una institutriz, pues sobre la primera indica que se trata de aquella persona cuidadora de la se mama educación, mientras que una institutriz enseñaba conocimientos y habilidades para la vida en sociedad.
En la historia no se tienen muchos registros acerca de las nanas o cuidadores y los que hay se encuentran en novelas del siglo XIX y XX, donde las nanas eran exclusivas de las clases altas, esto mientras los padres se enfocaban en realizar labores de otro índole muchas veces al ser funcionarios públicos, ya que eran quien tenían más ingresos económicos principalmente en la época colonial.
“Los que tenías posibilidad de tener a personas que ayudaban al cuidado de sus hijos eran mestizos ricos, indios que por herencia lograban obtener una buena posición o españoles que radicaban en México, estos vinculados con el gobierno, por ejemplo en Tlaxcala al ser un gobierno de indios había un corregidor, quien bajo la orden de España cumplía con cuestiones jurídicas pero con un alto nivel económico”, comentó Edilberto.
Antes de dicha época la información sobre esta imagen de cuidadoras es casi nula, por lo que el historiador nos menciona la importancia de buscar en diferentes fuentes como en el Archivo General de la Nación (AGN), información que serviría para abrir nuevas investigaciones sobre el tema y su relevancia en la historia de Tlaxcala y México.
De los pocos ejemplos de persona de ese tiempo que tuvieron un alto estatus en el Estado colocó a Diego Muñoz Camargo, un cronista tlaxcalteca el cual no era indio, sino mestizo de padre español y madre indígena, quien logró tener una buena posición económica, y se presume que tuviera gente a sus disposición.
Con el pasar del tiempo, la educación y los cuidados de menores fue cambiando y el uso de nanas fue siendo más necesario, ya que en muchos casos por las jornadas de trabajos de ambos padres, se volvió fundamental que los hijos fueran cuidados, aunque en el siglo XX las personas que cumplían más con dicho rol eran las tías, abuelas o mujeres de confianza.
Todo esto obligó a que comenzaran a existir mayores necesidades, sumado a esto la creación de instituciones públicas que dejaron de encargarse de solamente el cuidado y se enfocaron a la educación, siendo el uso de nanas solo para casos de los cuidados en el hogar, sin encargarse de la educación de los mismos.
“Es importante mencionar la diferenciación entre una nana y una educadora o lo que en su tiempo fue una institutriz: el caso de la primera persona, era ser la encargada del cuidado de los niños las 24 horas; y las educadoras, quienes se encargaban de la enseñanza en un tiempo delimitado” explicó.
Las nanas de antaño al cuidar a los niños todo el tiempo generaban fuertes vínculos emocionales, al grado de considerar a las mismas como sus segundas madres, de ahí el gran respeto con el que eran vistas por la sociedad y aunque en la actualidad las encargadas de la educación de los niños no conviven todo el tiempo con los menores, los lazos siguen generándose, esto por la edad en la que se encuentran, siendo la niñez cuando más se generan valores y la confianza hacia las personas.