Por Federico Luis Pöhls Fuentevilla
Durante el último año se ha impulsado una campaña estatal por la que se pretende informar al mundo entero que Tlaxcala sí existe. Lo que no se ha incluido en esa campaña es que, para hacer visible la existencia del estado, hay muchos asuntos que no interesa mostrar porque contradicen y afean la propaganda oficial y estorban las propuestas para atraer inversiones industriales y turismo extranjeros, sobre todo a quienes no les interese la cultura y la vida en Tlaxcala.
Para todas y todos es claro que el fondo de esa campaña es continuar favoreciendo al gran capital, con el plan neoliberal de atraer inversión extranjera y nacional de manera que en toda la región, pero sobre todo en Tlaxcala, se instalen tantas industrias manufactureras como sea posible y otras que ayuden a que se formalice y consolide el territorio como un clúster automotriz.
Esa fue la orden que recibió el estado en octubre del año pasado por parte del presidente de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz y del presidente del Clúster Automotriz Zona Centro durante el Foro automotriz Tlaxcala 2022, y el gobierno se ha encargado de festejar ese mandato, publicarlo y cumplirlo con gusto, sin objeción alguna y por encima de cualquier mandato ciudadano. Pero lo que no se quiere mostrar es que esa atracción se hace de la misma manera que antes: a costa de salarios que no alcanzan para cubrir las necesidades básicas de la población y, junto con esto, sin condiciones reales para proteger la salud de la población ya de por sí gravemente afectada por la contaminación emitida y descargada por las industrias que ya están y por las que han llegado en los últimos años.
Se ocultan también los procesos amañados de compra o renta de terrenos, las amenazas de expropiación, el porcentaje real de empleos que se crean y las facilidades fiscales para la instalación de parques que darán cobijo a las industrias.
Pero también está la forma que se le da a la campaña, con proyectos que pretenden enmarcar esa atracción de grandes capitales y, por qué no, atraer otros para los que tampoco importa si el ambiente y las comunidades se destruyen todavía más. Así se promueve la construcción de unidades habitacionales y hasta fraccionamientos de lujo, la construcción de estructuras y medios modernos para la movilidad urbana, la creación de paisajes y espacios de convivencia urbanos como los que puede haber en otras ciudades de México o en otros países del norte, y el desarrollo de eventos deportivos internacionales como nunca se habían visto en Tlaxcala.
Se promueve también la elaboración y aprobación de leyes y normas locales que lleven a adaptarnos a los cambios impuestos en el clima y el ambiente, y a la “modernización” de la prestación de servicios de agua y saneamiento.
Lo que no se quiere mostrar es que se trabaja con los mismos procesos amañados y con el incumplimiento de los planes parciales de desarrollo para que las inmobiliarias actúen a su antojo. Tampoco se muestra que el proyecto estrella de movilidad urbana, el Autotrén, no responde a ninguna necesidad real de la población sino al interés de empresarios a los que se les ofrece instalar su planta productiva en el estado.
No se muestra que la construcción del Parque Lineal, como ejemplo de paisaje urbano, plantea simular la limpieza del tramo del río Zahuapan que pasa por la capital trasladando el problema de las descargas comunitarias hacia afuera de la ciudad y que la realización de los eventos deportivos internacionales trae consigo también cambiar la imagen sacando de las plazas principales las expresiones culturales propias del estado, como las Camadas en el Carnaval y las y los artesanos, y reprimiendo con violencia las manifestaciones de mujeres y otros grupos ciudadanos.
Y, por último, tampoco se quiere mostrar que el poder legislativo está al servicio del ejecutivo, toda vez que las propuestas legislativas y normativas obedecen al interés de las industrias y a la privatización de los servicios y no al ejercicio de los derechos humanos de la población. Por ahí se muestra, pues, lo que hoy importa en Tlaxcala y lo que no.
Se muestra, cada vez con más claridad, que la salud y las necesidades básicas de la
población no importan, que la protesta y la opinión ciudadana no importa, que las mujeres y las niñas no importan, que las expresiones culturales no importan, que la ciudadanía pueda disfrutar de sus espacios públicos no importa, que la división de poderes tampoco importa.
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