En la semana Santa en Chiautempan se vive la fe, esa que dicen que muere al último y parece que todos han perdido, pero persiste en el estado número veintinueve. Continúa latente entre sus municipios y comunidades, en cada rincón; festividades religiosas que unen a católicos, turistas, curiosos y personas con tradiciones arraigadas.
En el municipio de Chiautempan, el catolicismo viene a darlo todo después del Carnaval. Después de la fiesta viene la devoción. Desde el Viernes Santo podemos ver las calles y los marcos de las puertas adornadas de papel blanco con morado. Si caminas atento puedes escuchar al unísono las voces de los rosarios saliendo de las casas, incluso hay calles que cierran para que los feligreses puedan sentarse a orar en comunidad.
Al terminar, pasan las aguas de piojitos, nombre que al parecer, generación tras generación le dio a la de limón con chía; y por supuesto que no pueden faltar los pastelitos rellenos de crema. Eso es ser chiautempense: rezar, disfrutar en familia y con los vecinos. Esta es otra manera de fiesta.
Semana Santa en Chiautempan
Fue el 15 de abril 1954 cuando por primera vez se realizó la procesión de las Tres Caídas en Chiautempan. Ese mismo año se fundó la Comunidad de las Tres Caídas de Padre Jesús del Convento.
En un principio este festejo se hacía en el atrio del convento, donde colocaban seis altares y un séptimo donde se celebraba una misa en latín. Para el siguiente año se sumaron los famosos alabarderos, que ataviados como soldados romanos, resguardaban las imágenes.
La gente que se congregaba, era más y más, fue entonces cuando decidieron llevar la procesión a las calles e involucrar a barrios como Texcacoac, El Alto, y el Centro como organizadores del Viernes Santo.
Es así como desde la década de los 50, el acompañamiento de la Virgen de los Dolores, por parte de fiscalías; mayordomos; las siervas de maría; la comisión de tres caídas; la orden franciscana; alabarderos, y grupos de escenificación dan vida a esta tradición. No sólo resguardan las imágenes, ni se trata de un acto específicamente religioso, se trata de la identidad del pueblo.
Se dice que la representación de las tres caídas en Chiautempan es la segunda más importante en México después de la de Iztapalapa, y es que la entrega que los “de ombligo de lana” -como tuvo a bien decirle a los oriundos del municipio hace poco el investigador Alberto Hernández Flores- son gente de mucho amor por su tierra, y lo damos todo, hasta para el chisme, pero eso, es otra historia.
Orden Seglar Siervos de María de Santa Ana Chiautempan

Hay una historia mucho más vieja que registra la fe de las y los chiautempenses, se llama Orden Seglar Siervos de María de Santa Ana Chiautempan, y sin ellos no podrían existir los festejos religiosos en este municipio.
Este 2023 los Siervos de María cumplen 100 años de su fundación, pues gracias a su devoción y servicio a la comunidad han prevalecido como una cofradía autónoma que no sólo se dedica a la oración, sino, a darle mantenimiento a las imágenes, apoyar con despensas y servicios a personas necesitadas.
Actualmente hay 24 mujeres que la conforman pero en el primer registro que data de 1923 se enumeran a 100 personas. Ellas son las encargadas de mantener y conservar a la Virgen de los Dolores, de lavarla, de procurarla, de rezarle a ella y otros 20 santos.
La mujer más joven de la cofradía tiene 28 años, se llama Estefany y es secretaria de la Orden, asegura que “Es un llamado que la Virgen nos da y una bendición, una dicha estar sirviendo a ella y a su hijo”.
Por otro lado, Miriam Peña es la priora de la Orden, para ella es un privilegio poder cargar año con año a la Virgen, “Estar tan cerca de la Madre de Dios es una bendición, me pongo en sus manos. Todo sale mejor al estar junto a ella, se me olvidan los problemas, es dicha una alegría estar con ellos. La verdad me siento indigna de estar con ella, pero pues para ella todos somos sus hijos y ninguno es peor y a todos nos quiere”.
En el caso de Albertina, que entró a las Siervas en 2005, recuerda que cuando ella inició, eran sólo mujeres ancianas las que conformaban la Orden, y para ella el acompañamiento durante la procesión de las tres caídas, significa recordar el dolor que la Santísima Virgen vivió al ver a su hijo sin poder quejarse nada.
Por su parte, Consuelo señala que de joven conoció a muchas mujeres parte de la Orden, y que comenzó a asistir porque al ser en su mayoría ancianitas, su suegra la mandaba a ayudarlas, y en sus enseñanzas encontró la vocación y el amor por la Virgen se acrecentó.
Actualmente para formar parte de la Orden, se debe realizar un año de estudios religiosos e históricos sobre su cofradía. Al par de ello, realizan servicios comunitarios como entrega de despensas, bañan enfermos, atienden a personas con discapacidad, e incluso han colocado láminas a casas que se les filtraba el agua.
La devoción no solo persiste durante la Semana Santa en Chiautempan, es una vocación que prevalece a lo largo de la historia y florece sobre todo en estas fechas. Algo sumamente particular es que tanto la Comisión de Padre Jesús del Convento como la de la Virgen de los Dolores, cargan la imagen en cada procesión a lo largo de la semana y caminan con ellas sobre sus hombros.
Al respecto, Iván Benítez, mayordomo de la Comisión de las Tres Caídas señaló que incluso el INAH prohíbe que las imágenes sean llevadas en algún vehículo, ya que puede dañarse con mayor facilidad, por lo que es un acto de fé y amor cargar a las imágenes. También de mucha responsabilidad.
Hermelinda, el rompope y las Tres Caídas

Las Tres Caídas en Chiautempan es la representación más importante durante toda la Semana Santa, las calles principales las recorren alabarderos que resguardan la imagen de Padre Jesús del Convento y la Virgen de los Dolores, entre ellos sucede una representación sangrienta cuyos «jesuses» voluntarios acuden a expiar pecados, a hacer penitencias.
Alrededor de todo esto, los puestos ambulantes ofrecen desde Bon Ice, flotantes, nieves hasta huevos con confeti y juguetes para que los niños se queden quietos. Los espectadores, muchos de ellos se desbordan en lágrimas ante el encuentro de la Virgen con su hijo. Ese momento, es el clímax de la procesión. Religioso o no, algo recorre el cuerpo.
Quien escribe es chiautempense, mi bisabuela se llamaba Hermelinda y murió en 2009, su legado no dejó en la mujer que soy ahora una persona devota como ella, pero sí una a alguien amorosa con las tradiciones, arraigada a los rituales y aferrada a su familia. Herme, como todos le decían, repartía sólo el Sábado de Gloria rompope para la familia, incluso a los chamacos podíamos entrarle. Hacía pepitorias. Preparaba junto con mi abuela y tías las tortas de camarón. Un festín que ahora que lo pienso, sólo vive en la memoria y a veces permanece en la nostalgia.
Pero no en todos lados es así, tan solo salgan a las calles estos días santos que restan, porque ya es fiesta, porque se siente que viene la resurrección, porque a esto le viene bien una Corona bien fría, el calor de la primavera y la familia.
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