En Tlaxcala, ¿un gobierno de izquierda o más bien de derecha y neoliberal?

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Por: Federico Luis Pöhls Fuentevilla. Centro Fray Julián Garcés

Atendiendo a las declaraciones de la gobernadora del estado y de varios de sus funcionarios sobre los proyectos que se están impulsando y las acciones que están realizando en todas las áreas, no puede uno dejar de pensar que este gobierno no es de izquierda, ni siquiera moderada, como se supondría de los gobiernos alineados a la 4T en el ámbito federal.

Ya nos lo había advertido claramente Víctor Toledo, en el tiempo en que se desempeñó como titular de la Semarnat: “este gobierno (federal) es antineoliberal, pero no es anticapitalista…”, nos dijo cuando representantes de algunas de las organizaciones que estábamos reunidas con él le reclamaban que no se estaban impulsando cambios de fondo en la política económica. Pero aquí en Tlaxcala, además de que tampoco hay cambios de fondo en las políticas económica y ambiental, y en la atención de sus consecuencias en la salud de la población, pareciera que además se están radicalizando las posturas y acciones de gobierno en contra de al menos buscar soluciones de fondo a esas problemáticas.

En mucho, la tendencia aquí en el estado se corresponde con lo que Jorge Volpi identificaba como acciones de derecha radical hace algunos días: olvidarse de la diversidad y de los derechos de las minorías… ignorar y hasta enfrentarse a grupos feministas, cuidadores del medio ambiente, personas que exigen y se manifiestan por sus derechos humanos y hasta minimizar las necesidades de las victimas de la violencia… no dialogar y minimizar cualquier intento de contrapeso… imponer su visión y sus proyectos en el Congreso estatal… y hasta despreciar las manifestaciones culturales tradicionales.

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Desde la voz gubernamental, por ejemplo, se justifican los momentos de desalojo violento y ataque con gases a quienes se manifestaron en la carretera de Calpulalpan hace unos días y de las mujeres que se manifestaron en la capital el 8 de marzo, bajo el argumento de que se buscar salvaguardar a la población ante conflictos sociales que puedan dañar la estabilidad. Incluso amparándose para el último acto de represión con la idea de que el cierre de carreteras es un delito, y que tienen que cuidar que las vías de comunicación estén libres para no afectar a terceros. Una forma antigua de justificar la represión criminalizando la protesta social y la exigencia de derechos. Y esto no se queda ahí, ya se ve la intención de legalizar medidas como estas, por ejemplo, en la iniciativa de lay de aguas que se presentó ya en el Congreso, cuando en el artículo 129 fracción XVII se amenaza a la población indicando que se sancionará a quien se oponga a lo dispuesto en esa ley y se organice para manifestarlo.

En referencia a esta misma iniciativa de ley y a otras ya aprobadas en asuntos del cuidado del medio ambiente y de acción frente al cambio climático, es terrible la concordancia entre el ejecutivo y el legislativo cuando, el primero se mantiene tozudamente en la promoción de Tlaxcala como tierra ideal para la inversión industrial extranjera y nacional, y ahora también de grandes empresas inmobiliarias, a costa de lo que sea: derechos de los pueblos sobre su territorio, la salud y hasta la vida de la población, y el segundo, con legislaciones en las que se omite a toda costa considerar la corresponsabilidad, ni siquiera en posibilidad, de las medianas y grandes empresas en los problemas de la contaminación por descargas y emisiones y los graves efectos ya comprobados que tienen sobre la salud y muerte de la población.

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En torno a esto, ya también desde algunas presentaciones en comunidades y durante su participación en el primer foro regional Diálogo entre Academia, Gobierno y Comunidades sobre la Problemática Multidimensional de Contaminación en la Cuenca del Alto Atoyac, se vio cómo se venía armando desde entonces una mancuerna sólida entre algunas académicas y académicos afines a la política gubernamental, por la que se tiende a cargar la responsabilidad de la situación ambiental principalmente en las micro y pequeñas industrias, sobre todo de lavado de mezclilla, antes que en cualquiera de las grandes; se presiona a las pequeñas con multas y clausuras por parte del gobierno y se les ofrecen soluciones costosas por parte de esos académicos. Pareciera, aquí también, que se tiene una mancuerna del tipo neoliberal: yo te multo y te clausuro, y mi aliado te ofrece una posible solución (aunque no esté probada), también costosa. Así todo queda entre cuates, sin importarme como gobierno si tú eres quien ofrece, en conjunto, la mayor cantidad de empleos en la región.

Y luego vienen los proyectos emblemáticos de este periodo, que se justifican en el discurso con las declaraciones que la misma titular del ejecutivo ha hecho: se trata de favorecer un cambio de imagen de Tlaxcala para que la gente de fuera, turistas y habitantes de otros lugares del país y del extranjero, no nos identifiquen por nuestros problemas o no se enteren de que los tenemos. Y esto tiene que ver, claro, con los afanes gubernamentales por minimizar a como dé lugar la violencia creciente, la trata de mujeres y niñas para la explotación sexual y las consecuencias que tiene la devastación socioambiental sobre la salud de la población.

Se inventan problemas de movilidad, por ejemplo, para que un empresario haga la prueba de su Autotrén, y se desprecia la oposición de la ciudadanía a este despropósito minimizándola, afirmando que son sólo dos o tres personas las que están en contra. Se confina a las y los artesanos y comerciantes en un lugar escondido, oscuro y sin promoción con tal de que no afeen el centro. Se autoriza la alteración del paisaje tradicional del tramo urbano del río Zahuapan para la construcción de un parque lineal por el que esconde el río apestoso y se trasladan las descargas del drenaje comunitario y sus efectos hacia las comunidades que están más río abajo. Y, como una especie de remate por el que la población también se desconcierta, se promueve a la capital como una ciudad apta para llevar a cabo el mundial de Volibol de playa en octubre próximo. El Autotrén y todo lo demás va, y sin retrasos, indica el gobierno del estado, se oponga quien se oponga.
Neoliberalismo del más puro estilo de los gobiernos anteriores, y quizá hasta un poco más, ¿qué no?

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