Por fin vamos despertando de esta amarga pesadilla, la temporada electoral ha prácticamente culminado y ya tenemos el nombre de quienes habrá que gobernarnos los próximos seis años. Estos comicios nos dejan mucho en que pensar, entre las arrebatadoras fuerzas políticas que se han presentado hasta las condiciones en las que se externó la voluntad popular. El régimen priista que por más de una década ha ostentado el poder en nuestra entidad está próximo a llegar a su fin y con ello dará inicio a la alternancia como parte de un proceso nacional.
Probablemente nunca se había visto una jornada como la que acabamos de terminar, con las más variopintas alianzas que de poco les sirvieron a los viejos conocidos para hacer frente a la demoledora fuerza que es MORENA desde el 2018. Hay que ser sinceros con nosotros mismos, era prácticamente imposible que un estado que se consolidó como el segundo con más votos hacia el partido fundado por el tabasqueño que habita Palacio Nacional en el proceso anterior perdiera tal fuerza en un par de años, ni las marrullerías que el Gobernador Marco Mena instaba a denunciar – por lo menos en lo público, porque en lo privado otro gallo cantaba – fueron suficientes para frenar el tren de Lorena Cuellar en la entidad.
No me malentienda querida audiencia, el sistema partidista está profundamente corrompido y de eso nadie se salva. La democracia da pasos pequeños pero seguros, la crisis actual del PRI deben hacerlos reflexionar sobre sus formas y la manera en que se manejan ante el pueblo, de eso dependerá su permanencia como una de las principales instituciones gubernamentales en nuestra bella Tlaxcala, pero de no hacerlo están condenados a la debacle pues ni en tremenda coalición han logrado consagrarse con la victoria. Al día de la redacción de la presente columna estas tierras se han pintado de guinda y no sabemos realmente lo que esto va a implicar, como siempre uno espera lo mejor para su patria chica, ya se verá con el tiempo pues la participación ciudadana empieza con el voto y termina con el cumplimiento de sus demandas, porque algo le debe quedar bien clarito: al poder no se le aplaude, se le cuestiona y se le demanda siempre, sin importar el color.
No cabe duda que estas elecciones han sido una lucha constante por ver quien tiene más poder, con el pueblo o en las estructuras gubernamentales y este es un comentario que va a pegar en los dos frentes, MORENA no ganó por ser MORENA, ganó por que el PRI es el PRI. Ahí están las consecuencias de todas sus acciones, las amenazas a los trabajadores, el chayote a los medios de comunicación – ¿o ya nos olvidamos de las notas que literalmente salían a diario donde Anabel Ávalos se jactaba de contar con el apoyo de cuanto sector se le paraba enfrente? – las denuncias por parte de los presionados y hasta la bendita historia que se carga, porque si, aquí no nos olvidamos de la huelga de policías en 2011, que ya entrado en tema la entonces Senadora Minerva Hernández Ramos exhortaba al esclarecimiento del asesinato de algunos oficiales y que ahora se fue parte fundamental de esta campaña. Quizá MORENA no es mejor – aún se encuentran bastantes quejas de eso en redes -, pero el priismo cavó su tumba y el único responsable de su derrota es él. Ahora viene un periodo de transición y una inminente purga tanto en el Gobierno del Estado como en el partido, pues muchos morenistas se desbandaron hacia los rivales y ahora se quedaron como el perro de las dos tortas.
Otra cosa que es evidente es el fortalecimiento del panismo en el país, lograron hacerse con una buena porción de la cámara de diputados, algo que era previsible pues las reacciones adversas de los grupos afectados siempre tienden a radicalizarse. Hay que tener en cuenta estos movimientos porque en los próximos años podríamos tener una respuesta de la derecha más ortodoxa que nos va a recetar a un candidato de las características de Trump o Bolsonaro y aguas porque ahí si quien sabe cómo nos vaya.
Lo importante de todo esto es la metamorfosis persistente del sistema, la gran participación, la apertura a las candidaturas independientes y la resistencia de algunos pueblos a formar parte de la podredumbre en la política nacional. Mejor unas elecciones plurales que un gobierno unilateral y autoritario.