Sagrada Familia de Apizaco: le rezan a Dios mientras le quitan al migrante | Hipocresía: falsa hospitalidad. Parte 1

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Apizaco, Tlax. Con la esperanza de mejores condiciones de vida, miles de personas del sur de América emigran de sus países de origen para llegar a Estados Unidos, en busca del sueño americano.

Durante su recorrido las y los migrantes se enfrentan a múltiples violencias, tanto del crimen organizado como del Estado y de la sociedad en general. Es por ello que la creación de albergues ha sido una alternativa que les permite tener seguridad durante su tránsito.

El Albergue «La Sagrada Familia» ubicado en Apizaco, desde el 2010 ha brindado hospedaje, comida y vestimenta a miles de migrantes. Sin embargo también han vivido diversas violencias por parte de personal administrativo que actualmente coordina la Lic. Celeste Polo.

A través de los testimonios Verónica*, Regina*, Ana* y Julieta daremos a conocer las condiciones en las que viven las y los migrantes durante su estancia.

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Para poder corroborar la información que se brindó, acudimos al albergue a entrevistar a las y los migrantes que iban de paso. Las entrevistas se realizaron los días 29 y 30 de septiembre.

Precisamos que la obligación de proteger los derechos humanos de las y los migrantes es del Estado, las múltiples violaciones que viven a diario es una consecuencia de la omisión de generar políticas públicas que protejan su trayecto por Tlaxcala y por toda la república mexicana.

A continuación te presentamos esta primera parte del reportaje Hipocresía: falsa hospitalidad.

Comida echada a perder, confirman migrantes

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Regina* compartió que en 2019 desarrolló un proyecto con el Banco de Alimentos, en donde logró que el albergue recibiera de manera semanal más de mil kilos de alimentos, los cuáles incluían frutas, verduras y comida rápida como pizzas.

No obstante, este tipo de alimentos no son los que cotidianamente se encuentran en la dieta de las y los migrantes. Al respecto comentó:

«Yo logré que el banco de alimentos donara más de mil kilos de alimentos al mes, sin embargo, los alimentos no se le entregaban a las y los migrantes. Incluso habían comentarios de los mismos migrantes en donde cuestionaban por qué estaban cargando cajas de alimentos que no era para ellos, reiterando que a ellos se les ofrecía arroz echado a perder o sopa en mal estado.»

Aunado a ello, Regina* compartió que las trabajadoras Lorena Castillo -quien para ese entonces fungía como promotora del albergue -, y Celeste Polo, Coordinadora de Acción Humanitaria, eran las que se beneficiaban de las donaciones de alimentos.  Y que más allá de ser una gran ayuda para las y los migrantes, la comida se descomponía. Y aunque algunas veces se desechaba, otras era reutilizada para la dieta de las y los migrantes.

El testimonio de Regina* concuerda con Julieta* y Verónica*. Esta última compartió que si bien era complicado recibir donaciones de alimentos, estos no debían limitarse por su tiempo de durabilidad; sin embargo las indicaciones que recibía Guadalupe -cocinera del albergue- era que se limitaran. Al respecto, Verónica compartió:

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«A inicios de 2022 se les estaba sirviendo de comer a los migrantes arroz y frijoles, y los frijoles ya estaban burbujeando. ¿Es enserio que les den estos alimentos cuando en la cocina hay verduras y otro tipo de comida? Además, supuestamente para no desperdiciar, les daban la comida de días y si los migrantes pedían otras tortillas, decían que ya no había. Lo cual era mentira.»

En entrevista, Julieta* confirmó que la comida que se les brindaba a los migrantes era limitada.

«A mí me llegaban a pedir más comida, pero cada vez que iba a la cocina a solicitar me decían que ya no había comida. No lo entendía porque por ejemplo, en la mañana yo veía verduras, pan, fruta, pollo y en la tarde ya no había nada. Era como si la comida desapareciera. Porque eso no se le cocinaba a los migrantes.»

Para poder conocer si los migrantes coinciden con los testimonios de Regina*, Verónica* y Julieta* acudimos a entrevistarlos el día 29 de septiembre a fuera del albergue, a las 10:30 de la mañana. En entrevista confirmaron la información brindada por las ex-colaboradoras.

Ángel* migrante originario de Venezuela, en ese momento estaba por culminar su tercer día en el Albergue «La Sagrada Familia» y se encontraba tomando el sol en las vías del tren. Al preguntarle sobre qué le habían dado de comer durante su estancia en el albergue y sí había encontrado anomalías, comentó:

«Aquí he comido como pellejos de puerco en guisado, con arroz y frijoles. Y nos están dando por dos o tres días la misma comida, yo creo que no se vale. A muchos compañeros les ha hecho daño la comida. Ya nadie se quiere comer la comida.»

Ángel compartió que entiende que no están en su casa, y que no puede exigir, el tipo de comida pero que no se le hacía justo que no se pusiera atención en la comida en un espacio que atiende y entiende los contextos de las y los migrantes.

«Yo llegué el 26 de septiembre y desde ese día nos han dado la misma comida. Hoy en la mañana nos iban a dar lo mismo, pero dijimos que ya no íbamos a comer. La verdad es que no estamos en la casa pero no es justo que en estos tres días nos den lo mismo.»

Además Ángel* compartió que un día antes por la noche había visto que otros de sus compañeros que también estaban pernoctando en el albergue, los mandaron a sacar productos.

José* fue uno de ellos y compartió que entre las cosas que subieron a un carro, se encontraban bolsas de arroz, spaggetti, caracoles y leche. Alimentos que no les ofrecieron en su paso por el albergue.

Por otro lado Ángel quien ha intentado cruzar varias veces compartió que respecto a la comida, un día antes había pedido otro platillo, por el mismo estado en el que ya veían que se encontraba la comida, sin embargo, se les negó argumentando que no había otra cosa.

Este tipo de testimonios se repitieron con al menos otros quince migrantes que estaban a punto de seguir su camino o que habían salido a hacer la limpieza de la calle.

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Donaciones a migrantes ¿A dónde van?

Como ya hemos mencionado, las donaciones que realiza sociedad civil han servido para que el Albergue la Sagrada Familia se mantenga activo y de esa manera las y los migrantes puedan verse beneficiados durante su tránsito.

Sin embargo, Verónica*, Regina*, Julieta y Ana* coincidieron en que la comida, ropa y calzado que se recibe en el albergue no siempre llega a los migrantes.

«Guadalupe era la encargada de repartir la ropa a las y los migrantes, sin embargo en varias ocasiones pude darme cuenta que seleccionaba la ropa que estaba en mejores condiciones y las que no; esto porque su familia se dedica a la venta de ropa y se llevaba la ropa más buena para venderla y dejaba a los migrantes la ropa más fea»

En esa línea, Verónica compartió que cuando los migrantes solicitaban cambio de ropa, Guadalupe se las negaba.

«Cuando los compañeros migrantes llegaban al albergue pedían una playera, y Guadalupe decía que no tenía ropa. O sí pedían una mochila, pues menos. Esto originó conflictos entre Ana* y Guadalupe, porque Ana* le decía que sí repartiera la ropa. Y ambas fueron a hablar con Sergio, pero no hizo nada por favorecer a Ana*. Eso también originó que iniciaran los tratos hostiles hacia Ana*.»

En entrevista con Ángel mencionó que efectivamente a algunos migrantes que estaban en el albergue se les solicitó que llevaran bolsas de ropa a un carro.

«Ayer también pidieron a compañeros que subieran bolsas de ropa a un carro, eso fue por la tarde-noche. Ahora sí que no solo fue comida, también ropa.»

Al preguntarle sobre en qué condiciones se les brindaba la ropa, Ángel respondió:

«Si nos dan a escoger la ropa, y la verdad pues la ropa está muy grande, no hay de nuestras tallas. Y cuando le pregunté a la señorita, me dijo que no tenía más ropa. Y ahora sí que con esta nos quedamos, lo importante es taparnos.»

No obstante, para Ángel como para otros migrantes que estaban en las vías del tren, se les hacía injusto que no se les diera más opciones de ropa, a sabiendas que sí había.

Este trabajo no es una invitación a dejar de donar

Al acudir a las inmediaciones del albergue, observamos a más de 35 personas migrantes. Con quienes platicamos, hablaban de la imposibilidad para entrar al lugar pues había una limitación en el número de personas que podían acceder todos los días. Por lo que una parte importante de migrantes se queda afuera. Allí, la ayuda humanitaria traducida en donaciones de ropa y comida también es necesaria.

Más allá de que la administración actual del albergue no está atendiendo con valores como la hospitalidad o la ética, es un hecho que el espacio no tiene la capacidad de permitirle el acceso a todas las personas migrantes que transitan todos los días por la bestia. Lo que abre una opción para quienes acuden a dejar donaciones.

Dejarlas afuera es una oportunidad también para que, sin intermediarios, se pueda platicar y conocer las historias en primera persona de quienes están de paso por Apizaco.

Violencia verbal ejercida por integrantes por parte de Lorena y Celeste

Por su lado, Julieta* compartió que en diversas ocasiones escuchó los tratos por parte de Lorena y Celeste violentaban de manera verbal a las y los migrantes durante su paso.

«Generalmente antes de desayunar les decían que debían formarse para recibir su comida, pero en ese momento les empezaban a decir que debían mantener limpio el albergue, que no fueran puercos, entre otras cosas muy feas. Una vez les dije que si la condición para que ellos desayunaran era escuchar todo eso, mejor que no les dieran de comer.»

Por otro lado Verónica* compartió que aunado a ello, Lorena condicionaba la comida a las y los migrantes a cambio de actividades que se supone le corresponde a hacer a quienes están encargadas del albergue.

«Los migrantes hacían cosas que les competían a las compañeras, yo sé bien que el trabajo es bien arduo en el albergue y que es un equipo también pequeño para todo lo que se emplea. Sin embargo, su estancia y comida estaban condicionados a algunos quehaceres. Por ejemplo, los jueves se les solicitaba sacar la basura, sino lo hacían no se les daba de comer. Además les decían que era una retribución, a algunos se los decían de manera directa: ‘ustedes vienen pero a cambio de chamba'»

En esa línea Verónica mencionó que aunque hay actividades que sí deben realizar los migrantes, como el lavado de su ropa o de los trastes que utilicen durante su instancia en el albergue, esas acciones siempre estuvieron condicionadas.

«Me tocó ver que una vez Lorena le decía a un migrante «si no lavas tu ropa si no lavas tu plato, no se te dará de comer, así le hagas como le hagas y si quieres salir a reportarme, hazlo». También vi como Lorena lo sacaba del albergue así, y no les daba chance de sacar sus objetos del locker. Sin importar que iba a dormir en la calle.»

Regina* y Verónica* compartieron que en ocasiones habían migrantes solicitantes de refugio, debido a las condiciones de vulnerabilidad en las que llegaban. En entrevista con Verónica*, compartió que Celeste -actual coordinadora del albergue- aprovechaba muy bien esta situación para ofrecerles empleo provisional con sus familiares o en su propio domicilio.

«En ese tipo de casos les decían que para priorizar su trámite -que según realizaban a través de Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (CAMAR)- fueran a laborar a casa de la compañera Celeste, quien en ese momento estaba remodelando su casa, y mandaban a los migrantes a llevar cemento o material de construcción. En este tipo de «trabajos» no había pago, y les decían a las y los migrantes que se debía a que su trámite requería de dinero, y que su trabajo pagaría la documentación que estaban solicitando.»

Regina* al igual que Verónica coincidió en que Celeste y Lorena mandaban a trabajar a los migrantes sin remuneración. Y que Sergio Luna tenía conocimiento de este tipo de arbitrariedades, las cuáles respaldaba. Al respecto mencionó que Lorena mandaba a los migrantes a laborar con familiares.

«Lorena vive en Apizaco, sus familiares también. Con el pretexto de darles asilo en México, los mandaba a trabajar en las talacherías de sus primos, sin recibir ningún tipo de salario. Cuando los migrantes se enojaban y les decían que querían su dinero para continuar con su camino, los sacaban del albergue sin más.»

Verónica* compartió que conforme pasó el tiempo ella pudo darse cuenta que el albergue no contaba con las facultades de dar asilo a algún migrante, además de que ese tipo de trámites se realizan en Tapachula o la Ciudad de México, pero no en Tlaxcala.

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Y aunque este tipo de situaciones tiene conocimiento el Padre Elías Dávila, representante legal de «Un Mundo Una Nación» y del Albergue «La Sagrada Familia», en los últimos años ha delegado la responsabilidad a Lic. Sergio Luna, por lo que ha mantenido distancia en cuanto a las actividades del albergue.

Regina*, Verónica, Ana* y Julieta* finalizaron sus entrevistas externando la importancia visibilizar las múltiples violaciones que existen dentro del albergue, debido a que como es una Asociación que no está regulada por entidades gubernamentales, se le ha permitido que los directivos, Sergio Luna, el Padre Elías Dávila y la Coordinadora del Albergue, Celeste Polo, incurran en violaciones a derechos humanos.

Créditos:
Reporteo: Aldo Castillo y Paola Torres
Diseño: Lesley Pulido e Iván Gudiño
Edición: Gabriela Meneses
Contenido sonoro: Licia Vásquez

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