La trata de personas en el mundo es uno de los delitos que mayores ganancias genera al crimen organizado. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su “Informe global sobre trata de personas” presentado en el año 2018 estima que, en el mundo, del total de casos documentados sobre trata de personas, alrededor del 59 % corresponde a la trata con fines de explotación sexual.
El mismo informe señala que el 28 % de las victimas globales de trata de personas son hombres y el 72 % son niñas y mujeres mayores de edad. Casi la mitad de las víctimas totales son mujeres adultas 49 %, mientras que las niñas representan el 23%.
La separación por sexo nos muestra que la trata de personas en el mundo tiene rostro de mujer, particularmente la trata con fines sexuales, respecto a esta modalidad, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, 2014) estima que a nivel mundial el 70% son mujeres.
La doctora Alexandra Malangone menciona que la pobreza endémica, la desigualdad de género, dificultades socioeconómicas, abuso, expectativas sociales sobre la posición subordinada de las mujeres y las redes de seguridad social inexistentes, son factores que obligan a las mujeres a involucrarse en temas de crimen organizado, como víctimas, cómplices y perpetradoras.
Respecto a las redes, aun cuando se componen de hombres y mujeres, se puede observar que existen roles específicos para cada sexo. Los hombres son los principales generadores de violencia hacia las mujeres, quienes se encargan de engañar, enganchar, trasladar, amenazar y explotarlas sexualmente. Ellos son quienes acumulan la mayor cantidad de dinero, autos y casas producto de la explotación sexual de mujeres y niñas
Por otro lado, están las mujeres que por presión, control y sometimiento son orilladas a servirles a los hombres que integran las redes de tratantes. Como un mecanismo para evitar las agresiones y violencias, llegan a asumir roles dentro de las redes de trata, entre ellas la mujer que cuida y enseña a las “nuevas” victimas cómo tienen que comportarse, lo que tienen que cobrar y como se tienen que vestir.
Es de resaltar que las mujeres, a pesar de haberse integrado a las redes de trata, seguimos siendo utilizadas como instrumentos para el control patriarcal. Seguimos manteniendo ideas, roles y relaciones de poder que favorecen la subordinación y dominación de la mujer y se privilegian los intereses de los hombres, aun cuando estos atenten contra la dignidad de las personas y en especial de las mujeres.
El reto para desestructurar estas violencias que vivimos las mujeres, implica el cambio de estructuras mentales, que es la forma en que nos concebimos como hombres y mujeres; también implica la construcción de relaciones que apunten a una masculinidad no violenta ni utilitaria, que justifica la violencia y la explotación sexual de las mujeres.
El reto es amplio y necesario, urgen políticas de prevención que desestructuren todas estas relaciones de poder y dominación, un espacio ideal para impulsar este proceso es el sector educativo, para que desde allí se vaya creando conciencia de las violencias que los hombres ejercen hacia las mujeres, se transformen las condiciones de discriminación, opresión y subordinación que el sistema patriarcal y machista nos impone por el hecho de ser mujeres, se dejen de normalizar las prácticas violentas como el beso robado, el piropo, el acoso que son lo antesala de la cosificación de las mujeres.
Margarita Sánchez Cruz
Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local A.C.
