Vivimos en una sociedad donde el feminicidio, la violencia sexual, la trata de mujeres y niñas y otras formas de violencia se permiten y naturalizan por la sociedad y las instituciones de gobierno. El sistema patriarcal ha determinado por muchos años el ejercicio de una masculinidad hegemónica, lo ha hecho tan bien, que actualmente frente a estas violencias, los hombres no estamos cuestionándonos ¿Cuál es mi participación en estas formas de violencia hacia las mujeres? o ¿Qué voy a hacer para que estas formas de violencia no sigan en aumento?
Si hablamos de la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, la masculinidad que más se ha analizado es la del tratante, lo cual no sucede de la misma manera con quienes consumen mujeres y niñas tratadas, siendo este actor el que dinamiza los mercados. Investigaciones sobre el consumo de la trata de mujeres y niñas nos han mostrado algunas de las posibles causas por las cuales el consumo de mujeres no se cuestiona socialmente y por qué los hombres no nos cuestionamos.
Emilio Maus Ratz, en su artículo El papel de la demanda en la trata de personas, refiere que la edad de la experiencia de hombres que compran sexo oscila entre los 14 y 21 años, eso quiere decir que hombres menores de edad son llevados por alguien mayor que ellos, este proceso va instalando una sexualidad masculina donde el deseo y el placer se consigue a través del intercambio mercantil sin cuestionar en qué condición lo están haciendo las mujeres. Teresa Ulloa ha referido que niños desde los 10 años están consumiendo pornografía y en el caso de los hombres adultos, Evelina Globbe indica “que el 80% de los hombres que consumen sexo, solicitan actuar lo que han visto en la pornografía”, eso nos muestra que esta fortaleciendo una educación sexual violenta y ficticia. Donde las mujeres son vistas y tratadas como objetos sexuales”.
Desde la masculinidad hegemónica que ha impuesto el patriarcado, los hombres asumimos que debemos competir y demostrar nuestras relaciones erótico- sexuales con muchas mujeres, aunque ello implique dañarlas. En el caso de las mujeres víctimas de explotación sexual no nos importa su condición sino cumplir una expectativa social, muchas veces bajo la presión de hombres cercanos a nuestros círculos de vida.
Los hombres hemos construido una serie de justificaciones para crear estos mercados de explotación sexual de mujeres: las dificultades con nuestra pareja, el acceso sexual a mujeres con ciertas características estereotipadas, la insatisfacción con nuestras parejas, para sentirse alagados y cuando se quiere vivir fantasías, entre otras.
Los hombres desde nuestra masculinidad y sexualidad impuesta y violenta hemos ido generando un mercado donde a las mujeres se les pueden vender, utilizar y desechar, no importa la condición en que están ellas, sino la satisfacción sexual en el caso de los clientes o la obtención del dinero en el caso de los tratantes.
El consumo de mujeres es una practica masculina que alimenta la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Las autoridades del estado en el ámbito estatal y municipal no han alcanzado a ver o no han querido ver la necesidad de implementar políticas publicas, principalmente en el sector educativo, a través de la implementación de un programa educativo que integre la construcción de masculinidades respetuosas, solidarias, afectuosas con otras personas y no violentas, este tipo de programas no solo desestructuraría problemáticas como la trata de mujeres y niñas, sino también violaciones, embarazos adolescentes y acoso sexual.
Los hombres tenemos aun un largo camino para reflexionar y aprender otras formas de vivir nuestra sexualidad.
Emilio Muñoz Berruecos
Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local A. C.