Fotografías: Poleth Rodríguez Hernández
En la Cuenca del Alto Atoyac existen más de 22 mil industrias manufactureras distribuidas entre el estado de Tlaxcala y Puebla las cuales han generado una gran devastación durante el último medio siglo. Algunas manifestaciones de este desastre son las siguientes: existencia de descargas industriales de colores y aromas distintos que detonan enfermedades, presencia de más de 100 sustancias tóxicas en nuestros ríos, además de la pérdida de animales y plantas, lo que constituye un ecocidio.
En 2015, la Semarnat especificó que aproximadamente el 75% de la superficie del estado de Tlaxcala registra una huella humana alta o muy alta. Si bien es cierto que la población contribuye con la huella ecológica en nuestra Cuenca, el mayor daño proviene de la industria. El Mtro. Samuel Rosado Zaidi afirmó que en “2019 se extrajeron 370 millones 490 mil 591 m3 de agua de la Cuenca, que hubiese dotado a 6.4 millones de personas con 160 litros diarios de agua”.
La industria absorbe grandes cantidades de agua para la producción de sus mercancías lo cual, con el paso del tiempo, va impactando en el agotamiento de nuestros acuíferos, en nuestro ciclo hidrológico y en nuestros ecosistemas.
En marzo del presente año, de acuerdo con la investigación del Servicio Meteorológico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el estado de Puebla presentó un índice de sequía extrema. Esta situación agudiza la crisis del agua en esa entidad. Tlaxcala por su parte, presenta una baja disponibilidad de agua y estrés hídrico.
El Dr. Juan Suárez Sánchez, afirma que la “Cuenca del río Zahuapan recibe anualmente mil 294 millones de metros cúbicos de agua, de los cuales, el 65 por ciento se evapora”, eso significa que los acuíferos no se recargan.
La población tlaxcalteca ha venido sintiendo a lo largo de los años la disminución en la disponibilidad y el poco acceso al agua para las necesidades más básicas. Este problema se ha ido agravando y no es resultado del consumo de agua a nivel individual o comunitario.
Está escasez no se va a detener si seguimos el actual modelo de producción y consumo industrial, es necesario que las autoridades implementen políticas públicas para garantizar a la población el derecho humano al agua.
Otras de las manifestaciones de la devastación de nuestra Cuenca es la crisis de la vegetación natural. Carlos Gilberto Pacheco Montiel, integrante de “Pobladores Unidos Matlalcuéyetl”, afirmó que al menos 10 mil hectáreas de la Malinche han sido dañadas por la plaga del gusano descortezador. A consecuencia de ello, se perdieron varias especies como el pino y al menos mil hectáreas quedaron erosionadas.
Se suma a la situación los 142 incendios forestales, de los cuales, 48 se han suscitado en el Parque Nacional La Malinche.
En el portal del gobierno de México se especifica que los árboles “absorben en un año un promedio de 12 kilogramos de bióxido de carbono (CO2) y una hectárea de árboles puede absorber seis toneladas de bióxido de carbono al año”.
Además, evitan la erosión de nuestros suelo y, de acuerdo con Sabrina A. Rodríguez, “los bosques cumplen un rol fundamental en la regulación de la temperatura y del ciclo del agua”.
Lamentablemente, con los incendios forestales, la tala clandestina y la desatención a la plaga del gusano descortezador, la función de los árboles en nuestra Cuenca no será posible, generándose así la sequía, el incremento de la temperatura y el desabasto de agua.
La Cuenca del Alto Atoyac en la que vivimos necesita que las autoridades tengan una perspectiva integral ante la devastación socioambiental. Esta situación requiere la implementación de un plan integral de saneamiento, de otra forma, la devastación seguirá creciendo y quienes habitamos la Cuenca del Alto Atoyac seremos los que, a través de nuestra salud o nuestra vida, seguiremos pagando las consecuencias.
Marisol Flores García
Centro Fray Julián Garcés
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