El pasado 21 de septiembre en el periódico digital Milenio, se publicó una nota sobre las personas desaparecidas en Tlaxcala durante el 2018 donde se afirmaba que “la Procuraduría General del Estado (PGJE) ha integrado 351 Carpetas de investigación con 358 personas desaparecidas de las cuales 222 son mujeres y 136 hombres”. Las personas desaparecidas son principalmente adolescentes y jóvenes entre cuyos orígenes destacan los municipios de Huamantla, San Pablo del Monte, Chiautempan, Zacatelco, Apizaco, Papalotla, Mazatecochco, Acuamanala, Santa Cruz Tlaxcala y Quilehtla. Si bien se señala que 311 personas han sido localizadas, 40 personas siguen consideradas en calidad de desaparecidas.
Preocupa que, desde 2008, en la publicación Trata de Mujeres en Tlaxcala, la Dra. Patricia Olamendi señala que en esos mismos municipios existe un alto índice de trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Asimismo, a finales de 2017, el Centro Fray Julián Garcés, realizó un diagnóstico de percepción ciudadana cuyo resultado demuestra que, en esos municipios, se sigue señalando la existencia del problema, por lo que la desaparición de estas personas podría estar relacionada con la problemática de la trata de mujeres y niñas, incluso en aquellas personas que aparecen y dicen que se fueron por su voluntad ya que, como sabemos, los tratantes suelen enganchar a sus víctimas a través del enamoramiento generando un consentimiento viciado.
Empezar a resolver el problema de la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual y su vínculo con la desaparición de personas, implica reconocer que, si bien los tratantes son quienes enganchan, trasladan y mantienen en explotación sexual a las mujeres y niñas, también existe un actor del cual no se habla, se mantiene en el anonimato y, sin embargo, juega un papel importante en la existencia del delito y su persistencia: “el consumidor”.
¿Qué pasa con este actor? ¿Por qué no se dimensiona la responsabilidad que tiene frente al delito? Por un lado, la respuesta radica en que es éste el poseedor del recurso económico que mantiene con vida al gran mercado que esclaviza a cientos de mujeres y niñas. Por otro lado, la educación machista que se impone para mujeres y hombres, donde se normaliza que el hombre, para mantener su hombría y reafirmarla, tiene que acudir a lugares de explotación como tables, bares o carreteras para imponer el ejercicio de su sexualidad, que de otra manera no podría obtener.
Se ha vuelto muy común que en las comunidades aparezca un bar, un motel o autohotel, un table, que haya mujeres paradas bajo el rayo del sol, el frío o la lluvia a lo cual, las personas responden evitando pasar por esos espacios o, si les resulta inevitable, se los evade y se asume una actitud de “yo no veo nada”, “no sé nada”. Lo problemático del asunto es que, también hay una permisividad social que abona para que las redes de tratantes operen impunemente, las autoridades no asuman su responsabilidad y los hombres consumidores continúen el consumo sin importar que las mujeres sean sometidas a la explotación sexual.
Frente a esta realidad, la sociedad civil y la academia comprometidas porque se valore y respete la dignidad de las personas y se garanticen los derechos de niñas y mujeres elaboramos el Programa Estatal contra la trata de personas 2018-2021, el cual establece acciones que contribuyen a la erradicación de la trata con fines de explotación sexual. Contiene cuatro ejes fundamentales: prevención, atención, investigación y judicialización y; seguimiento y evaluación.
En el eje de prevención, entre otras cosas, se plantea la elaboración de un diagnóstico sobre las personas que demandan mujeres, mediante el trabajo de grupos focales y entrevistas para identificar los perfiles. También busca que se implemente en escuelas secundarias y preparatorias la incorporación de una materia que incluya los temas de género, trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual y masculinidades no violentas. La finalidad es que, con su implementación se abra un proceso de sensibilización y desestructuración en los hombres respecto a la idea de ser consumidores o tratantes y se realice una campaña dirigida a la población en general para visibilizar la responsabilidad del tratante pero también la del consumidor.
Para avanzar frente a la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, es importante interpelar a aquellos hombres que consumen mujeres y niñas; hacer que se pregunten: ¿de dónde viene esta mujer o niña?, ¿qué condiciones la llevaron a estar en esos espacios?, ¿tiene familia? Se trata de hacerles consciente que su conducta es, la que en gran medida, mantiene a las mujeres desaparecidas y/o esclavizadas.
Se hace urgente que el gobierno del estado, deje de simular, destine presupuesto, apruebe el Programa Estatal y lo implemente para alcanzar el derecho de las mujeres y las niñas a vivir una vida libre de violencia y en especial a vivir una vida “Libre de trata”.
Emilio Muñoz Berruecos
Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local A.C.