En uno de esos días en que revisas tus fotos, fui encontrando unas de el día que por fin me levanté de la cama después de mi cirugía, por lo que en #DíaInternacionalContraElCáncer, me anime a compartir un tantito de que ha sido mi historia, esta parte que no muchos la saben; pero hoy que ya no me hace daño puedo compartir abiertamente.
¿Cómo le voy a decir? Era todo lo que mi cabeza podía pensar. Ya llevaba varios días sin comer bien, llegaba de la escuela directo a mi cuarto; siempre ha sido normal que a veces no quiera contacto humano, pero ya era demasiado y mi mamá empezaba a hacer preguntas.
El momento había llegado, tenía que hablar y decirle lo que me pasaba, veía el reloj y en mi mente taladraba la misma palabra: “Tiempo”, era la constante.
Mi mamá la habían diagnosticado con cáncer un año antes, pero más que de la enfermedad los doctores hablaban de eso: “si hubieras llegado antes no hubiésemos tenido que operar”, “si hubieras detectado esto antes quizá no habría sido necesaria la radioterapia”, tiempo, tiempo, el maldito tiempo.
Era 2009, tenía 17 años, noviembre, en el apogeo del otoño, uno de los más fríos que recuerdo, habían sido días difíciles, cansados, a mi mamá le habían anunciado que tenía cáncer y quizá pocas probabilidades de sobrevivir; a su vez, a mí me decían que debía estar pendiente auto explorarme porque era propensa a que me pasara, etcétera; la verdad estaba harta, tenía que procesar muchas cosas y ninguna terminaba de digerir.
“La curiosidad mato al gato” y no pude contener la mía, me revise y encontré justo lo que no quería, una bolita en el seno izquierdo.
Recuerdo que de inmediato quite la mano, y me dije: “no, ya, basta, te estás sugestionando, no hay nada ahí”. Pasaron los meses, mi mamá entró en tratamiento, avanzó y logró el triunfo al primer round contra el cáncer, la mandaron a radiación, terminó y debían esperar 3 meses para saber si debían reforzar con quimio o nuevamente radio.
Ya era diciembre de 2010, me estaba bañando y me dio curiosidad si el hallazgo de la vez pasada seguía ahí, y si, solo que ya era más grande y yo confirmaba que no era sugestión, era real y ahí estaba.
Primero pensé en callarme, esperar los tres meses de la siguiente revisión de mi mamá, pero esa cosa me punzaba, no había dolor pero si incomodidad y si lo dejaba quien sabe qué consecuencias podía tener.
Recuerdo que baje y ella estaba en su computadora siempre estudiando e investigando para que los medicamentos le hicieran menos daño, tenía puesto el turbante, no tenía sus hermosos chinos, y sus ojos grandes y oscuros no tenían pestañas.
“Necesito hablar contigo”- fue todo lo que pude decir, me senté, levantó la vista y cerro su laptop. “Sírveme un coffee primero”- le di su taza y me dijo: al grano, ¿Qué pasa?, sea lo que sea te voy a respaldar, no estás sola.
“Cree que estoy embarazada, no por favor”- fue lo primer pensamiento que tuve e hizo que diera risa nerviosa, esa que sale en el peor momento.
– A ver Areli, ¿estás embarazada? ¿Es eso?- tras la risa vino el llanto, que llevaba muchos días conteniendo,- me encontré una bolita- dije- creo que es grande, tengo mucho miedo.
Su expresión fue de horror, creo que hubiera preferido que le dijera que sería abuela a eso, se levantó de su silla, dándome una vez más cátedra de las fuerzas que tenía, me abrazó y me dijo que estuviera tranquila porque todo iba a estar bien.
Para qué abundar en lo que siguió, una odisea en el IMSS, me revisó oncología y finalmente un 14 de abril de 2011 estaba entrando a quirófano para que me quitaran lo que resultó un quiste de 7 centímetros.
Hoy solo me queda el recuerdo de la incomodidad de las revisiones, el dolor de la cirugía y una espantosa cicatriz.
Tuve suerte, en el ir y venir me tocó ver como chicas de 25, de 22, de 30, de la edad que fuera morían en manos del cáncer, porque esa enfermedad no distingue de nada, no tiene palabra de honor; y me lo demostró años después tomando la vida de mi mamá.
Y aquí estoy, todos los días veo mi marca de guerra, una cicatriz que antes me desagradaba, pero hoy la amo porque me recuerda la fragilidad de la vida y que aún tengo muchas pendientes, lo que me impulsó a escribir estas líneas para que más mujeres sepan que si es posible ser parte de las cifras positivas.