Crisis hídrica nacional, ¿Resiliencia o resistencia?
En estas últimas semanas, los titulares de las noticias nacionales y locales, han tenido como constante, las notas sobre la situación hídrica que enfrentamos en nuestro país; este panorama se ve engarzado por una serie de condiciones climatológicas, entre las que se encuentran el déficit de lluvia, las altas temperaturas que han sobrepasado récord en pleno invierno, asimismo, el Servicio Meteorológico Nacional ha informado que, nuevamente este 2024 prevalecerá poca lluvia. Bajo esta premisa, el llamado es a que todos y todas hagamos uso responsable del vital liquido ante la crisis hídrica.
Dado este contexto, en los noticieros en vivo, se hacen acompañar de expertos en la materia y nos terminan diciendo que debemos racionar la cantidad de agua que empleamos para nuestras actividades diarias, por ejemplo, cuando tomamos una ducha, debe tener una duración de tres minutos, lo que aproximadamente dura una canción (sic).
Pero, ¿realmente somos totalmente responsables de la escasez de agua que cada día se agudiza más? De acuerdo a expertos del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) y del programa de manejo uso y reúso del agua de la UNAM (PUMAGUA), 71% de la superficie del planeta es agua, de la cual 0.26 % es potable y a nuestro país, solo le corresponde el 0.1%. Esta cifra no es solo para uso personal, ya que la agricultura emplea de manera anual un 70% del vital liquido, mientras que la industria acapara un 14% y en lo que se refiere al uso personal, solo destaca un 8%.
La extracción y uso masivo del agua va de la mano de las industrias, es decir, de los productos que se generan en ese ramo y de la cantidad enorme de agua que emplean para cada uno de sus productos. Un par de ejemplos: para producir un automóvil se utilizan 4 mil litros de agua, mientras que, para producir un kilo de carne, pueden ser hasta 15 mil litros.
Frente a estos grandes contrastes, nos debemos preguntar una y otra vez, si frente a la crisis hídrica nos inclinamos ¿por la resiliencia o por la resistencia? La resiliencia se refiere a la capacidad de adaptación frente a situaciones adversas, es decir, que, de una u otra manera, tenemos que poco a poco ir normalizando el revés que enfrentamos. Mientras que la resistencia, alude a la capacidad para resistir indistinta situación.
En este juego de palabras debemos recordar la postura de las 93 comunidades por usos y costumbres de nuestro estado, frente a la iniciativa de ley de aguas y toda la serie de acciones encabezadas por la Presidenta de la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la LXIV legislatura del Congreso del Estado, con el fin de mostrar que estaba tomando en cuenta la voz de dichas comunidades para que otorgaran su consentimiento a la iniciativa presentada. La postura firme y clara de esas 93 comunidades es una muestra de resistencia, frente a iniciativas que en el discurso nos dicen que protegerán nuestros recursos naturales como el agua, pero que en realidad lo único que buscan es beneficiar a unos cuantos, como grandes empresas refresqueras, de agua embotellada, a la industria automotriz, inmobiliarias, empresas mineras, etc., dejando de lado a las comunidades y a sus sistemas consuetudinarios o tradicionales.
Si hablamos de resiliencia, un gran ejemplo son las acciones emprendidas por el ejecutivo federal, ante las bajas reservas del Sistema Cutzamala, el plan es perforar nuevos pozos, extraer el agua y hacer uso de un nuevo acuífero que descubrieron en la zona limítrofe entre el Estado de México e Hidalgo, el cual se mira como la solución a la escasez de agua. Otro aspecto que llama la atención de estas acciones es que, el representante del ejecutivo dijo: “En el oriente ya no hay agua, la posibilidad que tiene la ciudad de crecer es hacia el norte, es hacía allá, tiene terrenos y hay agua”, y subrayó que “no se trata de traer agua, se trata de seguir orientando el desarrollo urbano hacia donde hay agua”. Es decir que más allá de defender y proteger el “bien de la nación”, siguen mirando al agua como una mercancía que tiene que estar disponible principalmente para grandes megaproyectos, pero no para la ciudadanía.
La solución frente a esta crisis hídrica, no solo se reduce a que nosotros y nosotras nos bañemos en 3 minutos, que captemos agua de lluvia o que almacenemos la mayor cantidad de agua posible que vayamos a necesitar para nuestras actividades diarias. La solución es que se dejen de otorgar concesiones de agua a grandes empresas y megaproyectos, que no solo saquean el agua, sino que también la contaminan, así como al aire, el suelo y las personas.
La gestión del agua tiene que estar en manos de la comunidad, no de las grandes empresas que, escudándose en las leyes nacionales y locales, se apoderan de lo que es nuestro, de lo que para nosotros es vida y no una mercancía.
Sostengamos la resistencia frente al saqueo, como nuestras 93 comunidades y sigamos exigiendo leyes que garanticen el derecho humano al agua ante la crisis hídrica.