Tlaxcala, Tlax. Para muchos, ir al gimnasio es una rutina física; para ellos, fue el punto de partida de una forma distinta de ver la vida. La constancia, el esfuerzo y el enfoque que demanda el mundo fitness no solo transformó sus cuerpos, también los preparó para emprender.
La disciplina del entrenamiento diario, la motivación que se vuelve hábito y la búsqueda constante de progreso les enseñaron que nada se construye sin perseverancia. Así, lo que comenzó como amistad entre compañeros de gimnasio, terminó por convertirse en vínculos de apoyo para emprender proyectos compartidos con visión, marca propia y sobre todo, buena onda y buenos deseos.
Paso a paso, pero firme: la marca que nació del gimnasio y el fitness
A David comenzamos a entrevistarlo mientras platicaba con su colega Israel de Sotoland entre risas, confianza y mucha seguridad de lo que se viene. El camino con su marca Todo es Mental comenzó hace apenas dos meses, pero su impulso y visión ya lo colocan en el mapa de las marcas locales.
“Mi mundo es el fitness. Desde el día uno que conocí su ropa, le compré tres sudaderas. Así nomás. Luego le dije: ‘Tráete prendas, las vendemos’. Y así fue, las vendimos”, recuerda. Desde ahí nació una alianza que va más allá de los negocios: una amistad basada en la confianza, el respeto por el trabajo del otro y una visión compartida por llevar en alto la etiqueta: “Marca Tlaxcalteca”.
Este emprendedor no solo vende, también compite y lo hace siempre con la mentalidad que también es slogan de su marca: Aquí son huevos.
Asiste a eventos deportivos en varios estados del país y usa su imagen para posicionar la ropa. “Yo también traigo ideas, pero paso a paso. Mi concepto es más tumbado, más ñero». Pero siempre con la mentalidad de que sí se puede”.
Empezó con 12 piezas en color verde, vino, blanca y rojo cardenal. Se vendieron todas en un solo día. La respuesta le confirmó que iba por buen camino. Desde entonces, su modelo ha sido crecer lento pero seguro: pocas piezas, pero con intención y dirección clara.
Planea hacer colaboraciones con otras marcas, impulsar atletas, incluso organizar un evento para visibilizar a los proyectos locales. “Lo que nos une es que todo se maquila en Tlaxcala. Hay talento. Y más que nada, hay hambre de crecer”.
David tiene la visión clara: mantenerse, crear un sistema de dinero residual, hacer sesiones de fotos, involucrar a más personas —como Jimena, su aliada en imagen con quien también conversamos— y profesionalizar su estrategia.
“No ha habido lanzamiento todavía, pero se va a armar. Vamos paso a paso… pero firmes.”
Sotoland: ropa con alma tlaxcalteca que nació entre patinetas, gimnasio y pandemia
Una marca de ropa hecha en Tlaxcala, diseñada para el gimnasio pero con onda urbana. “Es ropa cómoda, con estilo. Que puedas usar en el gym, pero también salir con ella. Literal”, explica Israel, un joven emprendedor creador de esta marca que convirtió sus gustos personales en un proyecto que fue tomando forma desde 2019, mientras estudiaba nutrición.
“La idea era hacer ropa para mí, porque me gusta lo urbano. Subí algunos diseños y a mis amigos y familia les gustaron. Entonces pensé: ¿por qué no lanzarla al público?” De ahí nació Sotoland, con diseños minimalistas, básicos, pero con identidad clara. “Sí, yo los diseño. Me inspiro en otras marcas, armo conceptos, y de ahí salen los modelos.”
La pandemia lo obligó a empezar desde cero. “Estudiaba, me pagaba la escuela y vendía por Instagram. Yo mismo hacía las entregas.” A la par, comenzó a ofrecer asesorías de nutrición y entrenamiento. Hoy, su ropa se vende en gimnasios como Class y el de su amigo David, el ISC, con quien también ha tejido comunidad. “Nos motivamos. Él me dijo ‘oye, tu ropa está chida, tráela para vender’. Así empezamos a hacer equipo.”
Sotoland se mueve sobre todo por redes sociales. “Estoy más activo en Instagram, ahí me pueden contactar como @Sotoland_Clothing. Me mandan mensajito y hago entregas personales. Tengo presencia en Tlaxcala centro, Zacatelco, Chiautempan, San Francisco Tlacuilohcan —de donde soy— y Magdalena. En Apizaco también, aunque ahí me falta trabajar más porque hay mucho gimnasio y potencial.”
Desde su círculo cercano, el proyecto ha llegado incluso a otros estados y países. “He mandado ropa a Nueva York, a Yucatán, a la CDMX, Guadalajara… amigos, conocidos, atletas. Poco a poco va creciendo.”
En un entorno como el fitness, donde también hay competencia e incluso envidia, él busca fomentar otra visión: “Sí es un ambiente algo tóxico, pero justo por eso queremos hacer comunidad. Que se vea que en Tlaxcala hay cosas chidas. En el Estado de México hay muchas marcas, pero aquí también hay talento.”
El nombre Sotoland nació entre ideas que mezclaban lo tropical, lo urbano y lo deportivo. “Quería algo como Palmera o Palmar, porque patinaba y me inspiraba Vans. Pero ya existían. Entonces construí un nombre propio con ese mood. Así surgió Sotoland.”
Seis años después, el producto ha evolucionado. “Cuido cada detalle: tela, estampado, presentación. Todo se hace aquí en Tlaxcala. Ya no trabajo con el mismo equipo de antes, pero encontré nuevos aliados locales. Escucho a los clientes, mezclo sus gustos con los míos. Lo que busco es que valga la pena usar una prenda mía.”
La constancia lo ha llevado a ver su ropa en personas desconocidas, incluso en una combi. “Se me enchina la piel. Eso vale más que cualquier crítica.”
Le cerraron las puertas del oficio… y abrió su propio taller
A los 15 años, Luis decidió independizarse. Hoy, a los 25, lleva una década dedicada a la talabartería y marroquinería, trabajando piel para fabricar desde fajas deportivas hasta monturas charro, mochilas, billeteras y accesorios. Originario de Jalisco —estado con una fuerte tradición en este oficio—, para este joven empresario el camino no fue fácil al principio: “nadie me quería enseñar”, cuenta. Algunos talleres le cobraban hasta 20 mil pesos por una sola hora de clase.
Aun así, persistió. Aprendió diseño, computación y aplicaciones para grabado láser. Montó un taller junto a su hermano. Luego partió: se instaló en Tlaxcala porque estaba justo entre sus dos mercados principales, Puebla y Ciudad de México. Desde aquí distribuye su producción, mientras mantiene parte del taller en Jalisco.
En Tlaxcala, comparte que es el único talabartero, lo que le abrió oportunidades. Empezó a vincularse con equipos de charrería en municipios como Huamantla, ofreciendo fundas, cintos o monturas como premios en competencias. Su marca, La Arracada, tiene un origen familiar: era el nombre que su madre quería usar para un negocio propio, pero no alcanzó a hacerlo realidad. Él lo retomó en su memoria.
Ahora, el proyecto de Luis a mediano plazo es abrir un taller más grande y una tienda física. También busca compartir lo aprendido: ofrecer talleres accesibles de marroquinería para que otras personas puedan trabajar desde casa sin depender de maquinaria costosa. “Lo que me tocó a mí vivir, que no me quisieran enseñar, es lo que quiero cambiar aquí”, explica.
No es solo fitness, es visión: el emprendimiento surge entre barras, confianza y disciplina
El gimnasio no solo les dio fuerza física; les dio claridad, objetivos y alianzas. Emprender no fue casualidad, fue resultado de años de disciplina convertida en estilo de vida, de amistades basadas en respeto y metas comunes, y de una visión que trasciende lo físico: construir algo que represente lo que son. En un entorno donde lo local a veces se subestima, ellos decidieron marcar la diferencia desde Tlaxcala, demostrando que el músculo más importante para emprender es la voluntad… y que si se entrena entre amigos, todo pesa menos.
