En el último trimestre del año pasado, entre la firma de un convenio entre federación, estados y municipios para, ahora sí al parecer, comenzar a dar cumplimiento a la recomendación 10/2017 de la CNDH sobre el saneamiento integral de la Cuenca del Alto Atoyac, discusiones sobre los cambios de color en el semáforo epidémico en México y en Tlaxcala, perfilamientos electorales porque el periodo ya arrancaba, y hasta el extraño cambio del titular de la Coordinación Estatal de Ecología… Entre todo eso se dio a conocer, por diversos medios y en distintos ámbitos, la firma y difusión de un nuevo documento de la iglesia católica. Fratelli Tutti, se llama, en alusión al saludo que Francisco de Asís utilizaba para dirigirse y referirse a la comunidad entera, hermanas y hermanos todos, y que se refiere a una necesaria hermandad universal a la que se nos invita a construir y a pertenecer.
Este documento se relaciona claramente con dos anteriores: Lumen Fidei o La luz de la Fe, en el que se relaciona ésta necesariamente con la búsqueda y concreción del bien común; y Laudato Si’ o Alabado seas, en el que se analizan puntos muy claros y contundentes sobre la economía que mata, sostenida en relaciones de producción que saquean y destruyen todo, y por esto sobre la necesidad de un cambio de la visión actual sobre el desarrollo sólo como generación de riqueza, hacia otra que habrá de sustentarse y orientarse desde la ecología integral en la que se armonizan todas las dimensiones de la vida –económica, social, ambiental, cultural– y entre todas construyen, a través de una verdadera acción política (no electorera como empieza ya a hacerse en este periodo) lo que en cada lugar y región se va conformando como bien común. De esta manera se invita a pensar global pero actuar local.
Este tercer documento, Fratelli Tutti, sobre la hermandad y la amistad social, se suma a los anteriores en esta misma dinámica, como lo comenta Leonardo Boff, e invita a pasar del paradigma de “el ser humano como dueño y señor de la naturaleza y de la Tierra…” hacia “el de la hermandad universal y la amistad social.” Desplaza el centro –dice Boff– “de una civilización técnico – industrial e individualista a una civilización de solidaridad, de preservación y cuidado de toda la vida.” De toda la vida, no sólo de una parte, o de una etapa, o de una forma de vida, sino de toda la vida y la de todos los seres vivos en la Tierra. Se trata de “valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite.”
Habría que trabajar, entonces, por un cambio de cultura profundo, en la que se revalorice a la persona y se rescate su dignidad. De acuerdo a Emilce Cuda, investigadora argentina, el documento propone crear nuevos hábitos que nos hagan ver a personas en los otros, no sólo cuerpos, nuevos hábitos que eliminen la indiferencia, la mercantilización a las y los demás, de la vida misma. Y podríamos decir hoy, ver en las demás a personas, no sólo votos.
Y esto, así como habrá que hacerlo desde lo local, hay que hacerlo también desde abajo y en colectivo. “Es posible comenzar de abajo –dice el documento– y de a uno, luchar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo… Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno… Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente.”
El documento invita, dice Leonardo Boff, a “superar la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la especie humana por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar de rumbo.” Se trata, pues de llenarnos de esperanza y de impulsarnos por ella. Hacer nuestro el Principio Esperanza, de Ernst Bloch, tan bien expresado por el vicepresidente de Bolivia en 2015: “La emancipación surge cuando, a tu condición precaria de vida se suma la expectativa de posibilidad de cambiar las cosas. Esperanza –futuro creíble, palpable, cercano– por la cual vale la pena arriesgar tu tiempo… tu esfuerzo… tu salario… tu familia… vale la pena arriesgar tu vida si es necesario…
“Una esperanza… Es decir, Principio Esperanza es un principio unificador de la fuerza colectiva de una sociedad. Sin Principio Esperanza no se moviliza la sociedad. Uno no lucha cuando no hay esperanza.”
Y el documento lanzado por la iglesia católica analiza, critica y propone de nuevo, de manera contundente: “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales… La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, «tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos».”
Y para traer al centro la dignidad humana hay que llenar de sentido nuevamente el concepto de Solidaridad, no a través de la crítica inoperante ni de la indiferencia individual que, si acaso, da lo que le sobra y sigue de largo. La solidaridad aquí es “pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos… es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero.”
“El mundo existe para todos –dice el documento–, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad. Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos. Por consiguiente, como comunidad estamos conminados a garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral.”
Y en este marco, debemos asumir y hacer valer el principio de subsidiariedad, “que garantiza la participación y la acción de las comunidades y organizaciones…” que enriquecen y complementan la acción del Estado. Las y los pobres tienen que ser protagonistas –comenta Emilce Cuda– tienen que tomar la palabra, participar en la toma de decisiones. Tienen que participar haciendo comunidad todos los días y trabajando por la apertura de espacios para contribuir así en la solución de los problemas.
Así pues, en estas semanas de arranque del periodo electoral para este 2021, tenemos presente este documento que sintoniza fuertemente con la experiencia de muchas personas y organizaciones en Tlaxcala, más allá de tener o no la misma o alguna confesión religiosa, y nos anima a constituirnos y fortalecernos en el nosotros que habita esta Casa Común y desde ahí enfrentar a quienes disfrazan sus intereses particulares fingiendo realizar acciones por el bien común, por el saneamiento y la conservación del medio ambiente, y por el combate a la pobreza.
Federico Luis Pöhls Fuentevilla
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