- Jóvenes tlaxcaltecas rompen la brecha generacional en el trabajo de campo, hacia una agricultura sostenible a través de las tradiciones rurales.
Tlaxcala, Tlax. Jessica, Ulises y Gloria tienen algo en común: son jóvenes tlaxcaltecas que han encontrado en el trabajo agrícola su vocación, desafiando los estereotipos que aún persisten sobre el oficio campesino. Mientras muchos asocian la labor en el campo con generaciones mayores o con falta de oportunidades, ellos representan una nueva ola de agricultores comprometidos con la tierra, la tradición y la innovación.
En México, el campo enfrenta grandes retos. Según cifras del INEGI en 2022, más del 72.8% de la población que trabaja en la agricultura tiene más de 45 años, lo que revela una brecha generacional importante. A esto se suman problemas estructurales como la falta de apoyos gubernamentales y el limitado acceso a tecnologías modernas que faciliten el trabajo en el campo.
En entrevista con la ambientóloga, Cecilia Barocio, compartió que el relevo generacional del campo debe pensarse mucho más allá de producir alimentos para obtener ingresos o autoabastecimiento; incluye una relación profunda con la tierra, la herencia de saberes y tradiciones campesinas. En esa línea, recalcó:
A pesar de ello, jóvenes como Jessica, Ulises y Gloria están reescribiendo la narrativa rural, demostrando que el trabajo en el campo no solo es viable, sino el camino para un futuro de producción.
Jessica, defensora del campo sostenible
Jessica, originaria de la comunidad de Temetzontla, desde su infancia sintió una profunda afinidad por la naturaleza. A medida que fue creciendo, optó por involucrarse en actividades del campo, aunque su familia no se dedicaba a la agricultura.
«Desde pequeña, siempre he tenido una conexión con la tierra y la naturaleza, aunque en mi familia no había una tradición agrícola como tal. Recuerdo que mi mamá hacía composta y separaba los residuos, creo que eso fue lo que me motivó al cuidado del medio ambiente»
Su primer acercamiento formal al trabajo agrícola fue en una granja educativa, donde impartía talleres de educación ambiental dirigidos a niños. Este proyecto, iniciado hace aproximadamente un año, no solo buscaba producir alimentos para el autoconsumo, sino también fomentar una agricultura sostenible y agroecológica.
«Ahí tuve mi primer acercamiento con la producción de alimentos, y me encantó. Empecé a trabajar huertos y producir hortalizas en casa, y luego me enfoqué en conservar semillas nativas de maíz»

Para Jessica, la resistencia y el cuidado de la tierra son fundamentales; y deben profundizarse desde la niñez.
«Creo que las juventudes, y en especial las infancias, deben reconectarse con los saberes tradicionales y con el campo, pero de una manera limpia, sin el uso de agroquímicos»
En su relato, compartió que en su comunidad, permea la idea de que el trabajo de campo es contrario al desarrollo, siendo esta la razón por la que la mayoría de los jóvenes se alejan de la vida rural, prefiriendo migrar a las ciudades.

«Muchos piensan que dedicarse al campo no es viable o que es un trabajo pesado y mal pagado, pero necesitamos cambiar esa percepción»
Además de producir maíz, Jessica también se dedica al agroturismo, organizando recorridos por zonas productoras para mostrar la importancia de una agricultura sostenible. Aunque reconoce que el trabajo en el campo es físicamente exigente, señala que la satisfacción de cosechar tus propios alimentos no tiene comparación.
«Los jóvenes debemos ver esto como una forma de resistencia, de recuperar nuestros espacios y aprender a cuidar la tierra»
Ulises Hernández: Rescatando el legado del maíz
Ulises es originario de Ixtenco, uno de los municipios de Tlaxcala que se distinguen porla defensa y preservación del maíz. Al igual que Jessica, Ulises ve en el campo una oportunidad para reconectar con sus raíces.
“Mi familia era campesina, aunque mis padres ya no se dedicaban al campo, fue mi abuela que me llevó al campo desde que era niño, sin tener conciencia, ahí me reencontré con las tradiciones de mi pueblo y mi familia”
Su primer acercamiento real a la agricultura llegó en su juventud, cuando un vecino le ofreció trabajar en las parcelas. Ulises recuerda su emoción al sembrar por primera vez maíz, aunque ese año una helada destruyó casi toda su cosecha. Pero lejos de desanimarse, esta experiencia solo fortaleció su compromiso con el campo.
Poco a poco, fue adentrándose a la forma de cultivo que tienen en Ixtenco, los saberes y el valor comunitario, y fue así de que decidió sumarse a la defensa del maíz nativo.

Además de la agricultura, Ulises ha encontrado una forma de combinar tradición e innovación a través de la creación de artesanías creadas con mazorcas.
«Hace unos años empecé a hacer artesanías con las trenzas de maíz. Participo en eventos y festivales de maíz, donde expongo los colores del maíz y las artesanías que realizo con las trenzas. Es una manera de mostrar al mundo la riqueza de nuestra tierra y nuestra cultura»

El desafío de los jóvenes tlaxcaltecas en el campo
Jessica, Gloria y Ulises coinciden en un punto clave: la desconexión de las nuevas generaciones con el campo. En ese sentido, Ulises compartió:
“Siento que nuestros padres y abuelos no querían que sus hijos se maltrataran en el campo, pero en el proceso, no inculcaron el amor por la tierra”
Para Jessica, el futuro del campo está en las manos de los jóvenes, pues se ha dado cuenta que desde hace unos años para acá el cambio climático ha afectado las siembras; por lo que es necesario innovar en los métodos de producción para hacerlo más sostenible.
Hoy, Jessica, Gloria y Ulises, están rompiendo estereotipos y demostrando que el campo no solo tiene futuro, sino que ese futuro es joven, innovador y lleno de oportunidades.
Este fue un trabajo propuesto por por El Círculo, Consejo Editorial de Escenario Tlaxcala.