Quiero iniciar esta participación agradeciendo a Aldo Castillo, director de este medio de comunicación, el cual reconozco por su enfoque social, siempre en pro de democratizar la información, de la participación libre y del periodismo serio y veraz.
La amenaza del presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump de interponer aranceles a nuestro país, movilizó la semana pasada a la más alta esfera del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, para intentar por todos los medios, impedir la ejecución de dicha medida que habría entrado en vigor este lunes. ¡Lo lograron¡ pero a ¿costa de de qué?.
El canciller mexicano Marcelo Ebrard fue expuesto como el héroe de la película ante quienes se congregaron este fin de semana en la Frontera Norte de nuestro país, para realizar un mitin convocado por el Presidente de México, con la finalidad de “celebrar” el acuerdo logrado entre el gobierno mexicano y el de los Estados Unidos.
Sin embargo, poco es lo que tenemos que celebrar. El gobierno mexicano dejó al descubierto la falta de un plan de acción, ante la crisis bilateral en la que México y el país vecino del norte se vieron inmersos a causa de la migración irregular con destino a los Estados Unidos.
La medida se llama: aranceles. Vale la pena recordar que la amenaza proveniente de La Casa Blanca no fue consecuencia de un asunto comercial sino migratorio, tras la llegada masiva de migrantes irregulares provenientes principalmente de Centro América.
Pese a que se trata de dos políticas distintas, la falta de claridad del Gobierno de México y su falta de pericia, logró que México cayera en el juego de Estados Unidos, y que pusiera sobre la mesa asuntos de seguridad nacional, como replegar a la Guardia Nacional en el norte del país, y hacer que México funcionara como lugar de residencia de migrantes, mientras es resuelta su situación legal en los Estados Unidos.
Más aún, el gobierno mexicano se comprometió a brindar oportunidades de empleo, cuando ha sido un rubro severamente lacerado durante los primeros meses del gobierno del presidente López Obrador; lo expreso de manera directa: el gobierno mexicano está prometiendo otorgar a extranjeros, lo que no es capaz de dar a los mexicanos.
Lejos estamos de una estrategia que dé certeza a los mexicanos, a través de acciones contundentes que pusieran en claro la postura de México, frente a las continuas amenazas de Trump. La política de “amor y paz” del Presidente, sólo está logrando que el Estado Mexicano se vea sumiso frente al gobierno norteamericano.
Si Estados Unidos hacía válida su amenaza de imponer aranceles a nuestro país, México pudo haber respondido con acciones legales basadas en las cláusulas del Tratado de Libre Comercio, el cual impide que cualquiera de los gobiernos imponga aranceles por ocurrencia o amenaza.
Lo cierto es que el Estado Mexicano ha mostrado sumisión ante el gobierno de Trump en dos ocasiones, la primera al ser invitado en plena campaña por el gobierno de Enrique Peña Nieto a Los Pinos, y la segunda ocurrida la semana pasada durante el gobierno que representó para millones “la esperanza de México”.
Trump le tomó la medida a Andrés Manuel. Hoy el gobierno norteamericano sabe cómo someter al gabinete del presidente y lograr que actúe como lo desean. Lejos estamos de esa dignidad de la que habló el Presidente, quien al más puro estilo del Salinismo, trató de legitimar sus acciones con el respaldo político de su gabinete y miembros de los tres poderes de la unión en el mitin del pasado sábado a unos metros del cruce fronterizo.