Es curioso que mientras en Sudamérica pueden erigirse estatuas algún conquistador español, o que existan calles con sus nombres, en México el nombre de Hernán Cortés sea sumamente satanizado.
En Tlaxcala sólo una calle de La Trinidad Tenexyécac tiene ese nombre, y de ahí, son nulas las menciones del oriundo de Medellín. Generalmente a la Conquista, se le asocian palabras muy fuertes como “genocidio”, “muerte”, “enfermedades”, entre otras, y todo lo español suena a destrucción.
Sin embargo, hablamos español, es más, las lenguas indígenas de Tlaxcala se encuentran en un momento crítico, los hablantes disminuyen. En Ixtenco, último bastión del otomí, la mayoría de los hablantes del nha nhu son personas mayores de cuarenta años. En Contla de Juan Cuamatzi, La Magdalena Tlaltelulco o San Francisco Tetlanohcan pasa algo similar pero con la lengua náhuatl, sólo en San Isisdro Buensuceso, la lengua de Xicohténcatl aún se escucha en sus calles y en sus escuelas, pero ya con notoria presencia de la lengua de Cervantes. Entonces el español es la lingua franca, y eso no se sataniza.
En esas dicotomías que tiene la vida, es pertinente hablar brevemente de la relación entre Tlaxcala y España, que en este año, por iniciativa gubernamental, conmemora 500 años, y ha sido una relación sumamente compleja. Veamos por qué.
El 31 de agosto de 1519, las huestes cortesianas, acompañadas de indígenas de Ixtacamaxtitlan y de Cempoallan, entraron en lo que hoy conocemos el territorio tlaxcalteca, los nobles del Señorío de Tlaxcallan ordenaron a su provincia estratégica de Tecoac plantara combate y se dio el primer enfrentamiento bélico, una emboscada que se puede situar en los municipios de Terrenate, Lázaro Cárdenas y Emiliano Zapata, dicho encuentro permitió informar a Xicohténcatl parte de la fuerza del enemigo. Después se presentó la batalla campal de Tecoactzinco, en los llanos de Huamantla, y por último, un sitio en el cual entre la intriga del señor de Ocotelulco y disidencias entre los mandos militares, no asestó el golpe definitivo a los españoles y sus aliados, pero en el Real europeo los fantasmas de la derrota ya estaban rondando y desalentando a los combatientes.
Diego Muñoz Camargo, el cronista por excelencia de Tlaxcala, aminoró los encuentros bélicos y exaltó la idea de una alianza entre indígenas y españoles, y se equiparó al nivel de los indios como aliados. Códices coloniales como el Lienzo de Tlaxcala, los Fragmentos de Texas o el De la entrada de los españoles a Tlaxcala, resaltan la presencia ibérica y el apoyo de los indígenas en otras campañas de conquista, palmo a palmo, de igual a igual, pero esa es la idea que se quiso denotar. Pero ¿eso fue para la Corona española? La respuesta no es muy sencilla. Para empezar los señores de Tlaxcallan se dieron como vasallos del rey de España, y no como aliados, y las crónicas ibéricas lo demuestran.
España sí tuvo gran apoyo del pueblo tlaxcalteca (otomí y náhuatl), y en la aventura colonial les llevó a poblar tierras del norte o la conquista de señoríos centroamericanos, hubo mano de obra para la construcción de la Ciudad de Puebla; sin embargo esa relación entre pares no fue como tanto pregonaron los cronistas o tlacuilos tlaxcaltecas. Las ambiciones de los descendientes de Maxixcatzin o Xicohténcatl no se vieron coronadas, el territorio no alcanzó mayores dimensiones a las fronteras prehispánicas, y un anhelo indio: la incorporación de Tepeaca no se llevó a cabo. El gobierno si bien se constituyó como autónomo, no tardó en vivir la tutela hispánica, y la república de indios aunque en un principio debía tener sus tierras libres de europeos, a la larga no fue así, y en los archivos se pueden ver las querellas entre indios y españoles por diversos motivos. El obispado de Tlaxcala si bien fue erigido en 1524 y 1525, no tardó en ser llevado a Puebla –la ciudad española para españoles- en 1543.
Tlaxcala pasó a ser un territorio dependiente de la Corona, pero que alguna vez tuvo que padecer el sistema de intendencias que amenazó la tan preciada autonomía india en el siglo XVIII, aunque al final pudo evitar la absorción plena.
Por ende, y no es aquí el espacio para hablar sobre ese pasado colonial tlaxcalteca, pero sí permite concluir que Tlaxcala si puede celebrar un evento que transformó la vida cultural de aquellos valerosos indígenas y fruto de este momento crucial somos nosotros. Revaloremos sí, el pasado prehispánico, pero aún hay indígenas que esperan oportunidades para cambiar su vida: no clientelismo o entrega al por mayor de recursos que hace un aletargamiento, sino acciones que permitan tomar decisiones para su bienestar. Revaloremos lo español, que hoy por hoy es nuestra lengua, además de otras tradiciones que se fusionaron con lo indio y que actualmente disfrutamos. No caigamos en la idealización de un pasado y sí volteemos al análisis histórico cuidadoso. Quizá valga la pena reanalizar la figura de Hernán Cortés. No minimicemos los funestos hechos que la colonia pero sin llegar a ser inquisidores mordaces. En palabras de un sabio historiador, no podemos negar nuestro pasado indio ni nuestro pasado europeo, y miremos hacia delante.