Llorad, amigos míos
tened entendido con estos hechos
hemos perdido la nación mexicana
¡El agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la vida en Tlatelolco
Así se lamentaban los mexicas tras la derrota, la desesperación y la tristeza embargaba a un pueblo otrora orgulloso. Este canto, rescatado del manuscrito Cantares mexicanos y reproducido por Miguel León Portilla en la Visión de los vencidos (1963: 165) es un ejemplo fiel de este suceso tan trágico en la historia. El 13 de agosto de este año, habrán pasado 500 años de la caída de México, curiosamente el último bastión de la resistencia mexica no era Tenochtitlan (que ya estaba a manos de Hernán Cortés), sino Tlatelolco, donde Cuauhtémoc y un puñado de fieles resistieron hasta que decidieron escapar, pero García Holguín atrapó al huey tlatoani.
Pero, vale la pena aclarar, fue un desastre para los mexicas, pero no para otros pueblos originarios, al menos no en ese momento. Por mucho tiempo, la toma de México se consideró como uno de los momentos más oscuros y desgraciados en la historiografía mexicana, diría Octavio Paz “La caída de la sociedad azteca precipita la del resto del mundo indio” (Paz, 1999: 106), y sí, la derrota de las huestes de Cuauhtémoc fue el principio del fin, la antigua sociedad prehispánica se fue transformando, dejando atrás costumbres y prácticas, o escondiéndolas a los ojos europeos. La caída de Tlatelolco fue un momento apocalíptico para los mexicas, ya nada había, ya no había futuro, ya no habría regeneración del mundo (Johansson, 2021: 12-13), pero los tlaxcaltecas creían todo lo contrario.
Para los pueblos indígenas de lo que hoy es el Estado de Tlaxcala, la conquista de México no fue un hecho triste. Fue un día de alegría y gozo, el odiado enemigo, el acérrimo rival, había sido derrotado. Los nahuas de Tlaxcallan, los otomíes de Tliliuhquitepec, de Tecoac, de Hueyotlipan o de Atlacatepec, habían triunfado, todos ellos estaban en el bando de los vencedores. Ellos creían que, tras el triunfo, quedaban atrás los años aciagos de un cerco asfixiante, el fin de penosas limitaciones, de carecer de ciertos productos, de estar sometidos a ingratas guerras floridas. Mas no serían los únicos “vencedores”, a su lado otros pueblos podían esgrimir ese título como los huexotzincas o los texcocanos de Ixtlilxóchitl que sumaron fuerzas al contingente cortesiano.
Siendo vencedores, los tlaxcaltecas se equipararon de la misma manera a los españoles, y es más, en palabras de Diego Muñoz Camargo, ellos fueron artífices de la victoria recomendando a Cortés la conquista de Tepeyacac (Tepeaca, Puebla) para recortar recursos a los mexicas, y tras este hecho, siguieron este mismo esquema sometiendo otras poblaciones, y la “hegemonía” tlaxcalteca se esparció. Según Diego Muñoz Camargo: “ello fue de mucho efecto y heroico pensamiento y acuerdo, pues se fue por esta orden y se comenzó a proseguir la guerra, conquistando y sujetando toda la redondez de este reino y especialmente los lugares y provincias más circunstantes y vecinas de México, de donde se presumía podía venirle socorro, hasta que a honra y gloria de Dios Nuestro Señor se conquistó y pacificó toda la máquina de este Nuevo Mundo, como más elegantemente lo trazan los escritores de la conquista de México a que me refiero” (1986: 233).
Quizá es algo exagerado el comentario del cronista sobre la aportación, sin embargo, para las fechas en las que escribió (finales del siglo XVI), esa idea surgió en los tlaxcaltecas tras la formalización de la alianza con los españoles, y no fue para menos, pues tras la caída de Tenochtitlan y de Tlatelolco, y el Lienzo de Tlaxcala lo recuerda en sus pinturas, ambos bandos participaron en conquistas posteriores al norte de la Nueva España y Centroamérica. ¡Tlaxcala -junto a España- se presentaba como el nuevo poder dominante en el mundo! Sin embargo ya no iba a ser como en el pasado, esta forma de “compartir el poder” era nueva a todo lo visto siglos atrás, y a la larga no trajo los beneficios que se imaginaron los señores tlaxcaltecas en 1519. Aunque la pluma de Muñoz Camargo dibujara un anhelo, una ambición, ésta nunca fue alcanzada, pues Tlaxcala si bien tuvo algunos privilegios durante el periodo colonial, jamás tuvo preponderancia en la toma de decisiones, esa fue la tarea de la Corona y ni por asomo la compartió.
Tras el fin del asedio a México, los presurosos mensajeros llegaron ante los señores de Tlaxcallan a anunciar el triunfo la tarde del 14 de agosto de 1521 (Toulet Abasolo 2017: 227), la algarabía no se hizo esperar, y al día siguiente se nombró a la Virgen de la Asunción como patrona tutelar de Tlaxcallan (Martínez Baracs, 1998: 126). Después regresaron los guerreros con el botín que obtuvieron de la capital mexica, más la imagen de la Virgen María que portó Hernán Cortés durante la gesta, la cual le fue obsequiada a Acxotécatl, señor de Atlihuetzayan. La alegría y la fiesta obnubilaron la posibilidad de visualizar que el futuro no iba a ser tan brillante, pero no lo podían saber en ese momento.
Bibliografía
- Johansson, Patrick K. (2021). 13 de agosto de 1521. El fin apocalíptico del imperio mexica. Arqueología Mexicana 169 (julio-agosto). 12-19.
- León Portilla, Miguel (1963). Visión de los vencidos, relaciones indígenas de la conquista, 3° edición, México: UNAM (Biblioteca del Estudiante Universitario, 81).
- Martínez Barac, Andrea (1998). La alianza con los españoles y la conquista de México. En Coloquio sobre la historia de Tlaxcala. (pp. 107-126). Tlaxcala: Ediciones del Gobierno del Estado de Tlaxcala.
- Muñoz Camargo, Diego (1986). Historia de Tlaxcala, edición y estudio introductorio de Germán Vázquez. Madrid: Historia 16 (Crónicas de América, 26).
- _________ (2000). Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala. 2° Edición, prólogo e introducción de René Acuña. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis-Gobierno del Estado de Tlaxcala.
- Paz, Octavio (1999). El laberinto de la soledad. Postdata. Vuelta al laberinto de la soledad. 3° edición. México: Fondo de Cultura Económica (Colección Popular).
- Toulet Abasolo, Lucina (2017). Tlaxcala en la conquista de México. El mito de la traición. 5° edición. México: s/e.
Edilberto Mendieta García.
Miembro de la Sociedad de Historia, Educación y Cultura de Tlaxcala
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