Despedir a los glaciares, entrega #4
Por: Brahim Zamora Salazar @elinterno16
La educación. Esa entelequia, o dicho de otro modo ¿qué podemos hacer para desenmarañar el sistema educativo de nuestro país? Primero que nada, pienso yo, desmontar ciertos paradigmas que nos tienen atados a discursos como “el gran problema de México es su sistema educativo”, “la educación es la gran solución a los problemas de México”, “necesitamos maestros como los de antes”, y un larguísimo etcétera.
Complejizando, no podemos pensar el sistema educativo, o la educación en México, solo como un sistema solitario en el que participan docentes y familias y el resto de la sociedad mal que bien solo mira. O peor aún un sistema al que no lo determinan necesariamente más que factores internos como la profesionalización docente, la transmisión de valores en casa, el diseño programático, y otra, vez, un largo etcétera.
En los últimos días hemos atestiguado un sinfín de notas periodísticas sobre el bullying en las escuelas secundarias de nuestro país. Notas que van de lo meramente informativo, particularmente desatado por el lamentable caso de Norma Lizbeth, hasta el más obsceno llamado al pánico moral.
Pero se han dejado pasar varias cosas en este y otros casos: se reduce la situación, otra vez, a un contexto meramente escolar y familiar, donde pareciera que en el caso específico de Norma Lizbeth, el resto de las instituciones debieran salir indemnes y sin responsabilidad alguna, ni la administración escolar más allá de la dirección de la escuela, ni el sistema de salud ni los sistemas de protección a niñas, niños y adolescentes, ni la procuración de justicia, ni los programas de prevención y atención de la violencia parecieran ser parte del problema o de las soluciones y mucho menos, tener responsabilidad, por mala atención u omisión, en el caso.
Todo pareciera reducirse, otra vez, a un asunto casi personal, donde tenemos a una adolescente muerta y otra, en la cárcel.
Como si eso resolviera algo de la violencia cotidiana que se vive en nuestro país. Y como si ninguna persona adulta tuviera responsabilidad alguna.
Es el sistema el que no funciona, es el contexto de violencia. Y toda niña o niño que violenta es víctima de la misma violencia estructural. No es un asunto personal, es social, pues.
Sin embargo, como apunta Ana Díaz Barriga: los problemas de acoso escolar no ocurren en un coto de poder aislado del resto de las relaciones sociales que viven los jóvenes en secundarias y bachilleratos, sino que están en perfecta sintonía con el ambiente social, cultural y mediático con el que se relacionan.
El contexto es el que importa, aunque no se quiera mirar de frente.
Ante esto asoma un dato relevante, la UNESCO hizo un estudio global sobre el tema en 2018, además del sesgo de género, es decir es una práctica mayoritariamente masculina, el principal indicador para sufrir bullying en el mundo es la desigualdad económica, es decir, el ingreso de los adultos en casa.
Mucho habría que pensar entonces en el capitalismo como un sistema económico y cultural que se sostiene en el patriarcado, el racismo y el clasismo, y las violencias que de estos se derivan.
Y no solo eso, el sistema educativo por si solo no puede resolver la desigualdad económica, hace ya varias décadas que pasamos de la idea de que mayor formación es equiparable a mayores ingresos y la precariedad poco a poco nos ha alcanzado a más personas en la sociedad.
El sistema educativo depende fuertemente del económico: pongamos un ejemplo común, dos menores que empiezan al mismo tiempo su educación básica no van a lograrlo con sacar buenas notas y echándole ganas a la escuela.
Si uno de ellos tiene ventajas y privilegios que le permitan tomar toda la tarde para hacer los deberes, ir a clases especiales, recibir buena atención adulta, desarrollarse integralmente y el otro debe ayudar en el negocio familiar o trabajar, cuidar a hermanos menores, alimentarse mal, dormir mal, vivir en entornos de más alta violencia, trasladarse por más tiempo en transporte público, no lo va a lograr.
La media nacional no es la condición del primero, sí del segundo y si a este segundo le ponemos una condición de género, es decir, es una chica, una persona trans, o una condición discapacitante, o está racializada… Si queremos que el sistema educativo mejore debemos dejar de verlo como un aparato endogámico que depende solo de sí mismo y entender que la respuesta no está ahí, en ninguna circunstancia, sino justamente en resolver la enorme deuda pendiente del sistema económico basado en todas las desigualdades posibles; mientras eso no se transforme, el fracaso de la educación seguirá siendo determinado por el capitalismo y no por lo que se cambie en los contenidos o en la capacidad docente.
El derecho a la educación no se garantiza sin una vida digna.
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